domingo, 13 de octubre de 2013
Museo memoria y Tolerancia
La primera vez que lo visité, Otro, fue para llevar a la Pequeña Otra a la sección infantil del museo. Hoy lo he vuelto a visitar, y la experiencia es tan intensa como dolorosa como conmovedora. ¿De qué podemos ser capaces los seres humanos? ¿Hasta dónde podemos llegar? Están las fotos impresionantes, los videos terribles, el subir a un vagón de tren que huele a humedad en donde es imposible no llenarse de imágenes; pero mi atención se queda en los objetos que silenciosamente aguardan tras las vitrinas: una gorra gris, un uniforme a rayas, una cuchara y un tenedor torcidos, brazaletes de tela, insignias, pasaportes con fotos de personas que me miran desde otro tiempo, un diminuto reloj, un pequeño vestido, tres zapatos infantiles (infantiles, infantiles). Objetos simples que podrían pasar desapercibidos. Éstos no, estos en particular fueron recogidos en el campo de concentración de Auschwitz, cada uno de estos objetos fue testigo del horror. Se me cierra la garganta, me cuesta respirar, por un momento no sé a qué aferrarme o en qué creer. Al salir me esperan mis Otras, la grande y la pequeña. Y me aferro a ellas, y tardo en volver a la luz del día.
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