martes, 27 de enero de 2015

Agradecimiento.

Gracias Carlos. Porque de pronto me encontré con tu palabra y fue tan otra que me inquietó la conciencia. Y lentamente modifica mi modo de ver a mis alumnos, a mis pacientes, a mi pareja, a mi hija de seis años. Porque ahora sospecho de las respuestas y me dejo abrazar por las preguntas, y me gusta "indefinir" todos esos conceptos tan rígidamente definidos. Porque trato, con titubeos, de hablar en primera persona y buscar mi voz. Porque entro al salón de clases y al consultorio con la ilusión nuevecita de compartir la frágil belleza que descubrí, y la incertidumbre, y la amplitud. Gracias Carlos, por tu palabra.

domingo, 25 de enero de 2015

"La chimuelita".

Era la última noche del 2014. José Suárez, músico, clavecinista, organista, maestro y tío de la Pequeña Otra, toca un íntimo concierto de año nuevo para la familia. En su casa de Guanajuato resuenan las notas del órgano y del clavecín: Bach, Brosse, Couperin... Luego, guarda las partituras e improvisa. Sus dedos sobre las teclas del clavecín van creando una música a veces suave y a veces intensa. Esa música es para alguien, la evoca alguien; crece y crece, se expande y finalmente se apaga. Esa música se llamó "La chimuelita" y fue hecha para la Pequeña Otra. ¿Qué veía Pepe mientras la tocaba? Supongo que nunca lo sabré, pero hoy escucho esas notas conmovido y puedo sentir a mi hija allí.

sábado, 24 de enero de 2015

El testamento de María.

Parecía extraño que Colm Toibin, el novelista irlandés que escribió sobre Henry James y sobre los emigrantes que llegaron a Nueva York, decidiera escribir un texto para dar voz a María de Nazareth. Una María ya vieja y cansada que vive en Éfeso y recuerda lo sucedido durante la Pasión. La novela es bellísima, triste, desgarradora. Porque Toibin humaniza a María y la convierte en una mujer llena de dudas, que no cree ni le importa que Jesús fuera el Mesías, que opina que los apóstoles eran una banda de fanáticos, que se siente culpable de su propia cobardía, que acude a rezar al templo de Artemisa, que mira con extrañeza a un Jesús que de pronto dice cosas raras y se vuelve importante. Cuando le dicen que su hijo sufrió lo que sufrió para "Salvar a la humanidad", opina, sin la menor duda, que no valió la pena. María, en la novela de Colm Toibin es una mujer que se rebela contra ese destino. No le importa una mierda que Jesús fuera el hijo de Dios. Para ella era simplemente su hijo y lo miró morir en la cruz. En sus últimos años sueña con un único milagro: que no hubiera pasado lo que pasó; y que Jesús siguiera siendo nada más que su hijo, al que amamantó, al que llevaba de la mano, al que arrullaba para que durmiera.

domingo, 18 de enero de 2015

La montaña mágica.

Leí, ya no sé donde, que un lector que se precie de serlo tiene que enfrentarse alguna vez a La Montaña Mágica, el enorme libro de Thomas Mann. Qué te digo, Otro, me picaron el orgullo y ahí me tienes, subiendo la montaña, día a día, hoja a hoja. Luego de varios meses llegué al hermoso y triste final. Me gusta haberla leído, pero no puedo decir que sea una novela que me haya transformado. Entendí en algún momento de la subida, que lo que ocurre en ese extraño y aristocrático hospital-hotel es, ni más ni menos, que una metáfora de la vida: jugar, pensar, chismear, enamorarse, comer, perder el tiempo, todo eso para tratar de olvidar que la muerte está allí, siempre paciente y a la espera. Me quedo con algunos personajes memorables, con algunas escenas hermosas y con ese final inolvidable que me recuerda que la muerte nunca se da por vencida.

jueves, 1 de enero de 2015

Nostalgia.

¿Es una novela, como afirma su autor, o es una colección de cuentos? En realidad no importa. El escritor rumano Mircea Cartarescu me lleva a un lugar sorprendente y extraño. Cada historia parece hablar de las vidas de personas como yo, descritas magistralmente. Las calles, el barrio, Bucarest, el pueblo; la vida cotidiana,especialmente la infancia y la adolescencia. Luego, de pronto, cuando menos me lo espero, lo maravilloso y lo ajeno. Como si caminara por la calle de todos los días y al dar vuelta a la esquina me encontrara con un abismo sin fin, con un muro de obsidiana o con un jardín de plantas carnívoras. Una prosa perfecta y una imaginación desbordante y casi siempre oscura. En un par de renglones, todo se transforma y ya estoy en un espacio donde nada es predecible, y donde todo puede ocurrir. Dice Cartarescu: Cuanto más estrecho sea el espacio de la acción o del juego o del pensamiento, más ancho es el resto del mundo, es decir, el Mundo.