lunes, 27 de diciembre de 2021

Joan Didion (1934-2021)


Murió hace unos días. La he leído poco, pero eso poco fue sorprendente, una lección de escritura. Didion fue una escritora, y decirlo parece una obviedad. Me refiero no solo a que escribiera novelas y reportajes sino a mucho más: fue alguien que no podía no escribir, que transformaba lo que veía y sentía y padecía en escritura, como si no pudiera evitarlo. Hay dos ejemplos brutales de eso: El año del pensamiento mágico, donde vuelve escritura la muerte de su pareja de toda la vida, y Noches azules, donde vuelve escritura la muerte de su hija. En lugar de enloquecer o apagarse o morir, escribió, porque no podía hacer otra cosa. Joan Didion, escritora.


miércoles, 22 de diciembre de 2021

El corazón del daño.


Es como si estuviera herido por el libro. ¿Qué es? ¿Novela? ¿Memoria? ¿Poesía? Todo eso y nada de eso. Es, eso sí, un ajuste de cuentas con ella misma, un hurgar en la herida, la confirmación de una poética siempre en rebelión. 

Es, como todo lo escrito por María Negroni, una exploración a través del lenguaje. De todo. De la vida, del ser hija, de la madre, del crecer, de la escritura y sus orígenes. Es uno de esos libros que me resultan inalcanzables de tan hermosos, de tan perfectos, de tan crueles. Escribe como si no tuviera miedo, aunque dice tenerlo. ¿De qué trata? Quizá de cómo el vínculo doloroso con la madre se convierte en su escritura, en escritura para no ser devorada.

Un libro que solo una poeta como María Negroni podría escribir. Que muerde y deslumbra al mismo tiempo.


 


¿Quién es ella, que no para de cambiar, de crecer, de ser otra siendo la misma? Yo la miro absorto, fascinado por su transformación, cuerpo ya no de niña, más Giacometti cada día, toda brazos y piernas, toda boca poblada de palabras nuevas, toda ojos que no dejan de asombrarse. Pero si apenas ayer me cabía en los brazos, pienso, y una nostalgia salvaje se me trepa por el pecho. Ya no me cabe, se me derrama. Cambia su cuerpo, su mente, su sentido del humor al que le sale filo, su lenguaje al que le brotan hojas, su mundo dentro.

Púber, adolescente, animal salvaje, marea convocada por la luna. ¿Cómo se le llama a esto que le pasa y al pasarle nos pasa?

Y sin embargo.

Sin embargo.

Se agarra a los restos de su infancia como el náufrago al tablón. No solo eso: me invita a ese deslumbramiento, a despedirnos juntos de ese destello. Lo busca una y otra vez: quedarnos solos. En cuanto eso ocurre (porque vamos en coche hacia su escuela, porque caminamos hacia la papelería, porque nos bañamos juntos) inicia nuestro juego, ese mismo que hemos jugado una y otra vez, desde sus cinco años. Las changos. Tata y Tete. Nadie les gana a traviesos, nadie se salva, su imaginación para las fechorías es infinita. Son inseparables pero pelean todo el tiempo, duermen hechos nudo pero se ofenden con solo mirarse. Son nosotros y no lo son. Son la imaginación desbordada, el reto que mi hija me lanza cada día: “A ver si aún eres capaz de convocar mi infancia”. Y yo voy, cansado a veces, cargado de mundo, voy. Unos segundos después, allí está, palpitante. Y ambos dentro del juego, riendo, inventando, llegando más allá que la vez anterior. Soy Tata, un mono morado, un poco sucio, incansablemente travieso. Ella es Tete, el hermano menor, quien lo ha superado en las travesuras, el único chango que obtuvo una calificación de menos dieciséis en conducta. Una niña de trece y un niño de cincuenta y tres. Un territorio solo nuestro: su infancia, la mía con la suya.

¿Cuánto tiempo más? Se le desmigaja la infancia, inevitablemente. Aunque se aferra a ella un día será derrotada, como nos ha ocurrido a todos. Pero con su infancia se deshilacha la mía. Es que lo que quedaba de mi niñez (que creía perdida) volvió a asomarse por la niñez de mi hija. Por eso Tata y Tete, por eso las películas, por eso las luchas.

Cuando la infancia de mi hija se apague se apagará también la mía, ese pedacito que ella convocó, la que hizo renacer desde sus brasas.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Canto yo y la montaña baila.



¿De qué trata la novela? No hay una historia lineal, no hay un hilo conductor y si lo hay es leve, se evapora en cuanto tratas de seguirlo. Es que más que una historia, Irene Solá cuenta un lugar y elige hacerlo desde muchas miradas y desde muchas voces, desde muchos tiempos. Se arriesga a dar voz a lo que no suele tenerla y eso hace que su novela sea conmovedora. Hablan las personas, sí, personas sencillas, extrañas, tiernas. pero también da voz a las cosas: habla un relámpago, hablan los corzos, hablan los hongos que se apuran a crecer con la lluvia. Todo, en la novela de Solá, tiene voz, y con esas voces múltiples va tejiendo una especie de poema que se parece a la vida.

martes, 30 de noviembre de 2021

Almudena Grandes (1960-2021)


Leer Las edades de Lulú fue una experiencia intensa. Pero aquello pudo quedar allí: una escritora joven que se atrevía a incomodar desde lo erótico y subversivo. Un libro exitoso por incómodo. Fin de la historia.

No fue así con Almudena Grandes. Su escritura fue madurando, haciéndose más honda y compleja. Eligió contar la historia de su país desde la mirada de los derrotados, de los pequeños, de aquellos que desde muchas formas resistieron al franquismo, desde la mirada femenina, y lo hizo con profundidad y compromiso. 

Amiga de tanta gente a la que admiro. Queridísima. 

Murió apenas. Demasiado joven. 

viernes, 3 de septiembre de 2021

Un lugar llamado Antaño


Antaño es un lugar, pero es también y sobre todo una mirada, un modo de decir, la invitación a poner atención y ver de nuevo. No es una historia sino muchas, un mosaico de historias que se entretejen. Lo bello y lo horrible, la ternura y la brutalidad, la vida y la muerte, lo pequeño y lo grande. 

Olga Tokarczuk, le escritora polaca parece enamorada de sus personajes, y pareciera que desde ese amor los cuenta. Un amor que no le impide ser despiadada a veces. Hay poesía en sus palabras y en sus imágenes, hay algo entrañable. Olores, sabores, lugares, sonidos que aunque son lejanos también son nuestros. 

Quizá todos somos pequeñas piezas en el tablero de ese extraño juego que obsesiona al señor Popielski, y que a su modo, también juega Dios. Un Dios al que el mundo no le sale siempre bien.


viernes, 6 de agosto de 2021

Otoño


La primera novela del cuarteto escrito por la escocesa Ali Smith es como una caricia. 

Acaba de ocurrir el Brexit. Todo son contrastes: unos festejan y otros se duelen, unos quieren fuera a los inmigrantes, otros quieren integrarlos, extremos que parecen irreconciliables. Un pequeño mundo que se rompe.

En medio de todo aquello, dos personajes que se reencuentran. Un hombre muy anciano, casi siempre inconsciente, en la cama del hospital. Una mujer que lo visita y recuerda esa extraña amistad con quien fue su vecino siendo ella una niña. Sus pláticas, sus juegos de imaginación, su introducción al arte. Una niña y un viejo que desde su diferencia se encuentran y se transforman. 

Exploración en el lenguaje, en la estructura, libertad en la forma. Y como fondo, las palabras con las que él la saludaba a ella en cada encuentro: "¿Y qué estás leyendo ahora?"

domingo, 30 de mayo de 2021

Ladrilleros



Sigue ese caudal de escritoras latinoamericanas que conmueven y sorprenden. 

Ladrilleros es una novela de la argentina Selva Almada. No hay palabras que sobren, cada frase es elegida, cada imagen sirve para pintar el cuadro completo. 

La historia de como dos chicos de pueblo terminan matándose uno al otro. Como en otras novelas suyas, Selva Almada explora lo masculino, ese lugar que atrás de una fachada de invulnerabilidad siempre es frágil y a punto de romperse. ¿Cómo se es varón en un pueblo de provincias? ¿Cómo la hombría está cruzada por la violencia? ¿Cómo se juega ese juego? Sus personajes están vivos, su lenguaje es a la vez realista y poético. Una tragedia, sí, de esas que se construyen a lo largo de los años, día a día, a través de miradas, amenazas, odios heredados. 

Una mujer que mira lo masculino con una mezcla de dolor, crudeza y ternura.

lunes, 19 de abril de 2021

Némesis.


 

Cuando un escritor te lleva a ese lugar temido. Cuando te hace sentir frágil y sin escapatoria. Cuando no tiene piedad. 

Philip Roth cuenta una historia trágica con ese modo de contar que no te suelta. Una epidemia de polio en una época en la que no hay vacuna, ni tratamiento ni saben con claridad del modo de contagio. Una enfermedad que se ceba en los niños, que los deja discapacitados o los mata. ¿A dónde huir? ¿Dónde esconderse?

En medio de ese pequeño mundo aterrorizado, Bucky Cantor, se enfrenta a la culpa y la vergüenza. No pudo ir a la guerra por su miopía, así que no le queda más remedio que cuidar de los niños de su barrio. Pero también de allí huirá. ¿Es Bucky la flecha capaz de matar? ¿Es quien lleva la enfermedad de un lugar a otro? La novela de Roth es una historia de la inocencia destruida, de lo impotentes que somos, de la culpa que no cesa.


miércoles, 17 de febrero de 2021

Joan Margarit. (1938-2021)

Lo conocí tarde, en realidad hace poco, cuando el premio Cervantes y el Reina Sofía. Entonces conseguí su poesía y quedé conmovido por la belleza, la serenidad, la limpidez de sus palabras. Cada poema me toca y me lleva a veces lejos y a veces dentro. Hay una mirada crepuscular, por llamarle de algún modo, la del que se va, la de quien se despide porque sabe que todo lo que mira un día dejará de ser o ya no estará él para mirarlo.

Los poemas a Joana, su hija enferma, son brutales. 

Gracias maestro.

"Y qué suerte encontrarte ahora aquí,

de madrugada, convertida en patio:

esto quiere decir que todo el tiempo

estabas junto a mí en la oscuridad".

lunes, 8 de febrero de 2021

Toque de queda



Una novela extraña.

Un lugar en donde una dictadura invisible tiene brazos innumerables que lo alcanzan todo.

La música está prohibida

La gente, sencilla, que resiste y se rebela.

Un violinista que ya no puede tocar y que inventa frases raras para las lápidas de quienes han muerto.

Una niña que no habla pero lo mira todo con ojos asombrados.

Un viejo titiritero que cuenta una historia triste y real.

Con algo de poema, de oración, de canto, la novela de Jesse Ball se queda adentro.

domingo, 10 de enero de 2021

Gilead


No había oído de Marilynne Robinson, ignorante de mí. Se trata de una de las mayores escritoras estadounidenses. Es una de esas escritoras que decide poner su mirada y su palabra en un lugar pequeño y en sus pequeñas personas. Tres de sus novelas tratan de las vidas de un par de familias en un pequeño pueblo religioso en Iowa

Gilead se llama el pueblo y esta novela. En ella, el reverendo John Ames, escribe una carta a su hijo. Si últimamente he pensado en la mirada crepuscular, esta hermosa novela es un ejemplo de ella. Ames es viejo, la muerte no está lejos, y desde allí mira y habla. Su mirada y su palabra están llenas de una compasión y un asombro conmovedores en donde los pequeños detalles son fundamentales. El reverendo se asombra de la pequeña belleza del mundo, de su mujer, de su hijo, de la pradera y da una lección de Teología con cada uno de sus actos. Robinson presta sus ojos para mirar lo sagrado en lo cotidiano. Sutil, terreno, bellísimo.