sábado, 26 de diciembre de 2009

la magia


Hay momentos difíciles y suaves, dolorosos y delicadamente azules, y también hay momentos mágicos con la Pequeña Otra. Este fue uno de ellos.
Le pedimos a su Tío Pepe que le tocara algo de música (Te cuento, Otro, que el Tío Pepe es José Suárez, músico. Toca el órgano, el clavecín y el piano; fue maestro muchos años en el Conservatorio y es concertista; ha tocado en muchos lugares de México y del mundo).

La Pequeña Otra se sentó cerquita del piano y el Tío Pepe toco unos acordes. Al principio se asustó un poco. Nunca había escuchado algo así. Luego, empezó la música. Pequeños fragmentos que suponíamos que la pequeña conocía por haberlos escuchado en casa: Mozart, Vivaldi, Bocherini... La Pequeña Otra guardó silencio, abrió los ojos enormes, quedó absorta. Cada vez que terminaba uno de esos pequeños fragmentos de belleza, aplaudía con fuerza. "¡Bavo!" decía, y luego "¡Mán!, que significa que quiere que la cosa siga.
La música fluía de los dedos del Tío Pepe al rostro asombrado de mi hija. A veces bailaba suavemente.

El piano, la música, su rostro: un momento mágico, sútil, bellísimo.

domingo, 6 de diciembre de 2009

La magia de Pavic

Casi al azar, elijo frases subrayadas del extraño y maravilloso Diccionario Jázaro, de Milorad Pavic. Para que le des una probadita, Otro.

"Y entonces, una noche tan breve que dos hombres podían haberse dado la mano estando uno en el martes y el otro en el miércoles..."

"La niña lloró tanto por la muerte de su padre que las hormigas podían subir hasta su cara nadando en las lágrimas... se llamaba Kalina y su sombra olía a canela..."

"A veces a Kir Abrahán le gusta decír: Una mujer sin culo es como una aldea sin iglesia"

"Y tenía los ojos como las avispas que transmiten la epilepsia. Un ojo masculino y el otro femenino, ambos provistos de aguijón"

"Se parecía a una garza que sueña que es mujer"

"Si uno supiera con exactitud hacia donde dirigirse encontraría esta noche a alguien a quien ya le están sucediendo tus noches y tus días futuros, a alguien que come tu almuerzo de mañana, a otro que está llorando tus pérdidas de hace ocho años o está besando a tu futura mujer, y a un tercero que se está muriendo de una muerte idéntica a aquella de la cual morirás tu"

Milorad Pavic


"Quizá sólo seamos las raíces de las almas que van a brotar de nosotros. Quizá tu alma esté encinta y dé a luz un día a la mía, pero antes, ambas deberán recorrer el camino que les está determinado..."

Me entero tarde de su muerte. Ya hace seis días que el mundo está sin usted, sin su bigote generoso y su modo mágico de ver la realidad y de contarla.

¿Leyó mis palabras traducidas al serbio? ¿Será verdad que alguna vez, aburrido quizá, leyo la torpeza con que intenté llamarlo?

No más cazadores de sueños, no más princesas jázaras, ni demonios disfrazados. No más tus intentos maravillosos para lograr que la literatura se enrede con la realidad y la transforme.

Nos veremos en los sueños que no recordaré al despertar, maestro.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Pa


Mi Otra dejó de amamantar a la pequeña en este fin de semana. No ha sido fácil. La Pequeña Otra llora, se desespera a veces, pero comprende que su "Pa" (así le llama) no volverá más. Nosotros lloramos con ella.
Ayer, antes de dormir, preguntó por la "Pa". Le explicamos que ya no habrá, que ha crecido y no la necesita más. Yo le propuse que diéramos un aplauso a esa "Pa" que tanto disfrutó.
Nos miraba seria, y entendía.

Entonces dijo: "Pa", luego hizo ese gesto de resignación con sus pequeñas manos, con las palmas hacia arriba, es gesto que quiere decir: Se acabó. Ya no hay. Y finalmente, aplaudió. Así varias veces: "Pa", manitas diciendo No hay, aplauso.
Yo estaba colmado de amor o de dolor o de ternura o de tristeza o de una emoción desconocida que reúne todo eso.
Si, amor. Un aplauso.

Benditos sean esos pechos que alimentaron a mi pequeña, que la arrullaron y la consolaron durante mucho más de un año, día a día.
Benditos, porque gracias a su alquimia secreta mi pequeña ha crecido sana, fuerte, increiblemente sensible, bellísima.
Benditos sean esos pechos.
Benditos sean.

sábado, 31 de octubre de 2009

Vidas minúsculas


"Escribir es también bendecir una vida que no fue bendecida"
(Clarice Lispector)

Leo unos cuantos párrafos y vuelvo a buscar su rostro desamparado y de mirada honda en la solapa del libro. Se llama Pierre Michon y escribió una de las novelas más hermosas que haya leído. Su prosa duele de tan bella, pareciera que ha esculpido cada frase, cada palabra. Y además, usa esas palabras para contar lo más sencillo. Para nombrar a los que no tienen historia, a los prescindibles, a los pequeños.
Vidas Minúsculas, se llama su novela y es conmovedor como este autor prodigioso es capaz de mirar primero y narrar después, con ternura y a la vez con crueldad, esas vidas de las que él es el último testigo.

domingo, 4 de octubre de 2009

Si se calla el cantor, calla la vida.


"Que se levanten todas las banderas
cuando el cantor se plante con su grito
que mil guitarras desangren en la noche
una inmortal canción al infinito"

........................(Horacio Guarany)

Llegué al Zócalo y me senté en el suelo, frente al escenario. Esperé.
Sonaron las guitarras, los charangos, los bombos, las zampoñas, y apareció ella. Y entonces todo, absolutamente todo fue su voz.

Su Voz.

Nunca había escuchado a nadie con esa fuerza. Todos los que la escuchabamos éramos movidos como pequeños papelitos de colores por la fuerza de su voz y por cada movimiento de sus manos. La tierra, pensé conmovido, asombrado. La Pachamama.

Luchó contra la dictadura y cantó como nadie.
Murió hoy. Mercedes Sosa.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Ofrenda Cuarta


La Pequeña Otra empieza a dar sus primeros pasos firmemente agarrada a la mano de mamá o de papá. "Mano", dice, y es un modo de pedir que la ayudemos a emprender el titubeante camino, pasito a paso. Desde esta novedad, va la cuarta de mis ofrendas.


Todos los caminos, hija, todos.
Los que vienen, los que van,
los intrincados,
los que te lleven donde no imagino,
los que consuelen a tus pies cansados,
los que te traigan hasta mí
y los que te alejen,
los que nadie nunca antes, los soñados,
y los comunes también, los más sencillos,
los que te ensucien de lodo los zapatos.

La arena húmeda, la hierba, los confines,
la cuerda floja, las orillas y los charcos,
cada sendero y cada laberinto,

la tierra entera para besar tus pasos.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Quien lo dijera


La Pequeña Otra entró a la escuela y nos dejó con el corazón adolorido.
¡Nos preocupaba tanto su desamparo! Que se sintiera sola, que no entendiera. Pensamos mucho cómo estaría sin nosotros.
Los días han pasado y poco a poco empieza a estar mejor con este cambio. Parece incluso, que disfruta.

Lo que no había previsto, lo que no se me ocurrió imaginar es cómo estaría yo sin ella, cómo al estar ella en la escuela yo perdería de algún modo nuestros espacios íntimos, nuestros paseos por el parque, nuestros juegos exclusivos.
Y aquí estoy, solo en casa, esperando con impaciencia, con un algo de novio adolescente, que pase el tiempo y llegue el momento de ir por ella. Y darle la bienvenida y que me eche los brazos.

Quién lo dijera, carajo, yo el desamparado, yo a mis cuarenta años, necesitando tanto de su amparo.

Tres formas de la melancolía.


A veces, la lectura me depara coincidencias; me lleva, sin darme cuenta, por extrañas sincronías.
Hace algunas semanas, tomando de mi librero libros al azar, leí, una tras otra, tres novelas con un tema común e inesperado.
Tres libros muy distintos, pero con un algo semejante, pálido, triste:

Un hombre ama y pierde a dos mujeres profundamente unidas entre los lentos rituales de la ceremonia del té donde descubre que esos frágiles objetos permancerán cuando nosotros nos hayamos ido.

Un viejo escritor, en el ocaso de su vida, es deslumbrado por la absoluta belleza de un adolescente en una ciudad de antiguos palacios, de canales sucios, de constante neblina.

Una mujer cree encontrar a la madre que la abandonó hace muchos años y la sigue, silenciosamente, por las oscuras calles y el metro de París.

Mil Grullas, de Yasunari Kawabata; Muerte en Venecia, de Thomas Mann; Joyita, de Patrick Modiano. Tres formas de la melancolía.

sábado, 1 de agosto de 2009

el lugar


Hasta ayer, el pecho de mi Otra había sido infalible. Si la pequeña despierta en la madrugada, el pecho la calma y la duerme. Ayer no.

La pequeña Otra está enferma. Tiene una gripe más grande que ella.
Cuando despertó llorando le dieron pecho... pero su nariz estaba completamente tapada. Si mamaba no podía respirar. Intentamos varias veces y no hubo modo. Ella lloraba desconsolada. Su llanto se hizo grito, desesperación, furia. No había modo de consolarla. La cargaba uno, la abrazaba el otro. Su llanto, su grito no paraba. Y nada duele más que eso. Nada.

Entonces mi Otra la tomó en sus brazos, junto a su corazón, sentada sobre la cama, y yo abracé a mi Otra por la espalda, tan cerca como era posible, sosteniéndola.
Y fuimos juntos, los tres, a un lugar hondo, profundo. Un lugar extraño de extremos que se confunden. Un lugar muy oscuro pero resplandeciente, horriblemente hermoso. No encuentro modo de describirlo. Ese lugar sin nombre.
Pasó un tiempo que parecía eterno, hasta que poco a poco, bajó la furia, bajó el llanto y la pequeña se quedó dormida. Seguimos así un rato más, hechos bolita, hasta que la escuchamos respirar por la nariz.
Nunca, desde que tengo memoria (quizá antes si) estuve tan cerca de alguien, nunca tan unido.
Luego, llegó la luz del día.

miércoles, 29 de julio de 2009

por la arena


No sé porqué o para qué lo escribo. Quizá porque no he podido quitármela de la cabeza y quizá ésta sea una forma de lograrlo.
Estaba en Zihuatanejo hace unos días, sentado de cara al mar. Ella caminaba lentamente por la arena. Una mujer jóven, me parece, con el cuerpo totalmente deformado. Una joroba en la parte izquierda de su espalda, el torso muy corto y torcido. Llevaba unas bermudas rosas y una camiseta también rosa.
Mientras recogía conchitas miraba hacia las olas y hacia el sol. Y sonreía.

Pensé que habría que escribir un poema, una novela, una sonata. Pensé que habría que ser capaz de crear la belleza, pero no se cómo.

Entonces no agregaré nada más.
Nada.

lunes, 13 de julio de 2009

vida felina


Me mira con sus ojos asombrados, juguetones, traviesos; y con una media sonrisa me invita (o me ordena, ya no sé) diciendo: "Miau".
Y entonces, al conjuro de ese maullidito, me convierto yo también en gato. Maúllo, muevo mi cola invisible, brinco.
Como la pequeña Otra, me pongo en cuatro patas y la sigo por toda la casa, gateando, con las rodillas adoloridas y el pantalón hecho un asco. Prefiere los lugares más peligrosos, así que a cada paso tengo que salvarla de la esquina de un mueble, de la puerta que se cierra, del resbalón traicionero. Soy un gato de segunda, siguiendo siempre al gatito que decide a donde ir, que rasguña la alfombra, que se tira de panza, que de pronto se aburre y sencillamente se pone a llorar o a tomar mamila o a abrir un libro dejándome tirado, con las rodillas y las manos en el suelo, todavía gato, agotado, agatado, mirándola crecer.

lunes, 6 de julio de 2009

zaz


La pequeña Otra no para, no se detiene, no da tregua. Sube y baja, pide, exige, juega, es un perro, es un gato, es un tigre, quiere cuentos, quiere que la carguen, quiere que la dejen en paz, quiere gatear en horas de sueño, quiere comerse el mundo con sus ojos inmensos.
Nomás por curiosos buscamos cual sería su horóscopo maya. Seguimos instrucciones, hicimos cuentas.
Es 1 Tormenta, ni más ni menos.
Pa su!

recuerdo


Su muerte pasó casi inadvertida porque ocurrió el mismo día que la de Michael, ese selenita. No para mí.
Porque ella, a mis nueve o diez años fue el despertar del erotismo, las primeras fiebres, las primeras calenturas. Como muchos pubertos de mi edad, tenía un poster suyo en mi habitación. Su sonrisa radiante, su cabellera salvaje acompañaron mis primeros sueños sexuales.
Una tarde aburrida tuve una iluminación: en medio de una película aburridísima, llamada, creo, Saturno 3, por una fracción de segundo, tuve un atisbo de su pecho izquierdo desnudo. Fue suficiente para encenderme durante meses.
Hoy la recuerdo con ternura y con deseo. A Farrah Fawcett, mi primera novia.

lunes, 18 de mayo de 2009

el tercer abuelo


A veces he pensado que yo tuve tres abuelos. Fausto e Ignacio, por supuesto. Tú el tercero.

Te leí por primera vez en la adolescencia y tu palabra me transformó, me abrió caminos. Tu palabra cargada de ternura y de indignación contra la injusticia me enseñó sobre mi propia ternura y mi propia indignación. Mi conciencia política -la poca que tengo- la aprendí de tí. Fuiste mi maestro.

Leí cada poema tuyo, cada cuento, cada novela, cada ensayo, cada obra de teatro. Alguna vez, hice una fila durante horas y luego te escuché bajo una lluvia torrencial afuera de Bellas Artes.
Es verdad que en los últimos años, no he podido conectarme con tu palabra, quizá siempre pasa así con nuestros mayores.
¿Cambié yo o cambiaste tú? Quizá yo me hice más complicado y tu te simplificaste demasiado. No importa. Al enterarme ayer que acababas de morir te agradecí en silencio.
Porque hasta donde sé fuiste un hombre congruente.
Porque aún hoy, cuando me da miedo vivir y elijo el camino fácil, cuando no me comprometo, resuenan en mí tus palabras: "No te quedes inmóvil / al borde del camino / no congeles el júbilo / no quieras con desgana / no te salves ahora / ni nunca / no te salves / no te llenes de calma..."
Y me prometo a mí mismo no salvarme.

Gracias de corazón, Maestro. Gracias Mario, abuelo.

lunes, 20 de abril de 2009

samadhi


Una paciente me cuenta su exploración por la llamada Sexualidad Sagrada.
Su pareja y ella, dice, hacen el amor durante horas. Él entra en trance y habla lenguas, recuerda que habían estado juntos en vidas pasadas. Alcanzan el Samadhi, es decir, un estado de conciencia donde se rompen barreras con lo material y se unen a la Divinidad.
Le sorprende mi poco interés por esas experiencias siendo yo sexólogo.
¿Cómo decirle que ya las he buscado? ¿Cómo decirle que hoy, lo que busco en la sexualidad es un encuentro real y sencillo con la persona que amo, de carne y hueso, en toda nuestra maravillosa pequeñez?
¿Cómo decirle que a través de la sexualidad ya alcancé mi particular Samadhi?
Mi Samadhi tiene casi 10 meses de edad, se enfermó hace poco y la cuidé, se duerme entre mis brazos, les están saliendo los dientes, imita a un león fiero, me acaricia la cabeza con manitas minúsculas. Y no creo que haya nada más alto y misterioso a lo que se pueda acceder a través de la sexualidad.

viernes, 27 de marzo de 2009

Lugares 3: Irapuato 86 y Alcantara 4

Es un cambio. Sólo eso.
Antes
vivíamos en tí
ahora
vives en nosotros.

lunes, 23 de marzo de 2009

la rafaga

Las 8:30 de la mañana. El metro a reventar.
Intento leer mientras me aferro al tubo para no caer.
Entonces, frente a mí, una mujer muy jóven, 19 o 20 años. En sus brazos una niña envuelta en cobijas y con un gorrito rosa.
Parece tener la misma edad que la pequeña Otra.
Son diferentes. La pequeña del metro es más redondita, con rasgos indígenas. ¡Pero sus ojos son tan parecidos! O quizá su manera de mirar el mundo queriendolo atrapar.
No puedo seguir leyendo. Es como si una ráfaga helada me alcanzara el corazón.
¿Cómo se llamará? ¿A qué huele? ¿Estará bien? ¿Tendrá lo que necesita? ¿Le han puesto sus vacunas? ¿Qué la hace llorar? ¿Es amada?

Y me doy cuenta que, a partir de ahora, hay cosas que cambiaron para siempre.

jueves, 19 de marzo de 2009

ayer


Oí sus suaves ruiditos y me acerqué a la cama. La Pequeña Otra estaba despertando. Al mirarme se le iluminó la cara con una sonrisa. Aplaudió. Yo también. Luego estiró su manita y tomó la mía, la acercó a mi otra mano para pedirme que siguiera aplaudiendo.
Todo simple y cotidiano.
Menos mal que no es posible morirse de amor, de otro modo, no estaría aquí para contarlo.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Jean Marie Delacroix


De nuevo la lección de Jean Marie.
Su conocimiento teórico rico, interesante y polémico.
Pero la lección, como siempre, está en otro lugar.
En la intensidad de su presencia, en su apertura a lo invisible, en sus silencios que esperan, en su risa ante las bromas simples, en su mirada atenta, en su total aceptación de la diferencia, en su deslumbrante y conmovedora sencillez.

martes, 10 de marzo de 2009

Ajuste creador


"El ajuste creador designa esa capacidad a ser transformado por el entorno al mismo tiempo que uno es transformado por él".
(Jean Marie Robine)

Si yo agua y tú piedra,
yo onditas

Si yo piedra y tú agua,
yo fuente

Si yo barco y tú estrella,
yo rumbo

Si yo oído y tú llanto,
yo siempre

Si yo suelo y tú nube,
yo vuelo

Si yo noche y tú sol,
yo mañana

Si yo tierra y tú polen,
yo flores

Si yo cielo y tú ave,
yo alas

domingo, 8 de marzo de 2009

Lugares 2: Mi cantina.


El Portal de Cartagena es mi cantina.
Ya he dicho lo mucho que me gustan estos lugares en donde todo cabe y todos cabemos, pero ¿que hace que este lugar se haya vuelto mío?

No es la más elegante, ni la más tradicional, ni tampoco famosa. Quizá por eso es mi cantina.
Porque en su sencillez tiene cada elemento que la hace ser real y estar viva: es mi cantina porque conozco a cada mesero y cada mesero me conoce y me habla de tú. Porque al llegar, el capitan -siempre de corbata y copete con wildrot- me saluda de mano y me pregunta si quiero lo de siempre, porque en las pantallas de televisión siempre hay un partido de futbol con el volumen bajito, porque si entro al baño, el anciano que los cuida sale discretamente; porque cada mingitorio está lleno de hielos, porque la paella de los sábados es deliciosa y su carne tártara -cuando la hace el capi con elegante parsimonia- se acerca a la mejor poesía; porque los parroquianos son en su mayoría hombres de más de 60 años y porque ahora reconozco casi todos los rostros, las voces y las risas; porque no dejan de chingarse unos a otros, pero también de ayudarse con esa violenta ternura que tenemos a veces los de mi género, porque cuando llegan los dos señores con muletas jamás ha faltado quien les acerque una silla o se ofrezca a cargar su portafolios, porque están ellos: el que cada miércoles se acerca a preguntarme qué leo ahora y me pide que le recomiende lecturas, el que desde su mesa me manda medio aguacate de regalo, el que siempre está solo y con una mirada profundamente triste frente a su copa de vino.

Mi cantina, porque si alguna vez, Otro, vas y preguntas por mí, te sabrán dar referencias. Quizá no sepan cómo me llamo, pero no importa. Cuando alguien me buscó, hace algunas semanas, el mesero dijo: "¿El joven pelón, con lentes y arete que siempre está leyendo un libro?... Se acaba de ir hace cinco minutos".

Y efectivamente, ese era yo.

sábado, 28 de febrero de 2009

milagro


Es un pequeño ciprés lleno de flores moradas.

Curioso, sí. Porque los cipreses no tienen flores.
Está en el pequeño jardín trasero de aquella casa. A unos pasos de él, una hermosa jacaranda que suavemente le llueve sus flores cada vez que el viento sopla.
Un ciprés florido.
No podría ocurrir si estuvieran lejos.
Un pequeño milagro que sólo es posible por estar tan cerca.

miércoles, 18 de febrero de 2009

a la orilla


Testigo solamente,
yo
de eso que entre tú
y tú

entre ambas

es y vuelve a ser y sigue siendo
y es de luz
de miel
de alas

testigo de los ecos de su canto
de su caracolito
de su espiral dorada

presencia yo, a la orilla de su fuente
y en el borde mismo
de la gota de ámbar

testigo
al que el reflejo de su encuentro
súbitamente
abraza

sábado, 14 de febrero de 2009

Lugares 1: las cantinas


Te confesaré algo, Otro. Casi ningún lugar me gusta tanto como las cantinas. No se de donde me viene esa atracción constante, pero basta que vea una para que desee entrar.
Ah, eso sí. Tiene que parecer cantina. Las mesas toscas con sus lugares para poner los vasos, el sonido del dominó y el cubilete, el fut en la tele, su barra grande y acogedora, los imprescindibles cacahuates, la botana generosa.
Hay en ellas un color especial que no existe en ningún otro lugar, algo entre desmadroso y eterno. Algo intemporal.

Cierro los ojos y vienen a mi memoria algunas. El Nivel, por supuesto, con su historia a cuestas y su acogedora sencillez que contrasta con la elegancia decadente de La Opera. El surrealismo polvoso de La Faena con sus toreros gays y su olor a orines, la pequeñez de la Puerta del Sol con sus nomás 130 años, El Gallo de Oro, por esos mismos rumbos. Y ya por otros lados, La Covadonga y sus viejos españoles, El Centenario de la Condesa –un oasis entre tanto lugar fresa-, La Guadalupana y sus aires de intelectual, El León de Oro, en la Escandón, La Reforma, y La Valenciana, tan cerca de casa, Los Caporales, en Querétaro, en el sótano de un billar, y cuyas paredes no tenían un solo espacio libre, llenas como estaban de antiguas bandejas de cerveza Superior, calendarios viejos y pequeños animales disecados, por no hablar de sus meseras. En ella, que olía tan mal me tomé unas cuantas con mi amigo Gerardo y hablamos de la vida, que es de lo que se habla en las cantinas. Y otras muy lejanas: el Zorba, en Cartagena, el Quitapesares en Sevilla, La Porrona en Granada y aquella pequeña en Ronda: El Lechuguita.

Las cantinas. Seguiría enumerando muchas más, Otro. Hay tantas. Pero ahora me retiro.
¡Me ha dado una sed!

viernes, 6 de febrero de 2009

El verdadero


La mera verdad, Otro, para héroes, sólo él.
No volaba ni era de acero, no corría como el rayo ni trepaba por los edificios, no era invisible ni tenía poderes sobrehumanos.
Tenía barriga, usaba suéteres de cuello de tortuga, enamoraba a las vedettes de moda y se agarraba a golpes con vampiros, marcianos, hampones, las momias de Guanajuato y mujeres lobo (por cierto conocí a una, de ojos verdes y cabello como el fuego, peligrosísima).

Y no era invencible. Tan es así, que ayer se cumplieron veinticinco años de su muerte. La muerte, ella si, la verdadera invencible.

Yo lo ví una sola vez, en persona.
Estaba ya viejo, subió al ring con cierto trabajo, la piel arrugada y con pellejitos.
Pero bastó para que pusiera un pie plateado en la lona para que toda la arena coreara una y otra vez aquello que dice: ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!

domingo, 1 de febrero de 2009

Ofrenda tercera


La pequeña Otra se adentra poco a poco en el asombroso mundo de los sabores.
Primero, la leche de mamá que sigue siendo su favorita. Luego, la avena, la zanahoria, el chayote, la pera, la manzana, el chicozapote, el mango, la dura corteza del bolillo, sus propios pies...

Todas estas posibilidades que apenas empiezan.
Desde esa nueva experiencia, las siguientes palabras...

Que sea en tu boca y para tu boca
el agua limpia y fresca en la mañana
el solidario pan recién horneado
la risa como un bálsamo de vida

no la Gran Verdad, sí la pequeña
palabras que defiendan al más débil
preguntas que construyan laberintos
y el vino
y los mangos
y los besos

un basta que se oponga a la injusticia
un no ante cualquier modo de dominio
un tú que sea el inicio de un nosotros
y más besos aún
y besos
y más besos

sábado, 17 de enero de 2009

Elizabeth Costello y las ranas


“¿Será este el momento en que le dicen que la puerta está destinada a ella y a nadie más que a ella, y que además el destino de ella es no cruzarla nunca?”

Me gustan los libros que me hacen preguntas sin darme respuestas, que me cuestionan y me inquietan. Libros que me descolocan y me hacen dudar.
“Elizabeth Costello”, la novela del escritor sudafricano J.M. Coetzee, me ha llenado de preguntas. Preguntas que se hace este entrañable y extraño personaje, esta anciana escritora, para las que no tiene respuesta. Como esa puerta que es sólo suya y por la que sin embargo, no podrá cruzar.

¿Hay libros que no debieron ser escritos nunca, libros que hacen daño a quien los escribe?
¿Qué efecto tiene en el alma de una persona pasarse la vida tallando una y otra vez la imagen de un hombre crucificado?
¿La firme fe o la belleza frágil?
¿Mostrar los pechos a un hombre moribundo puede ser un acto de caridad? ¿Hay algo más humanamente hermoso que los pechos de una mujer?
¿Nos envidian los dioses? ¿Miran secretamente nuestra entrepierna llenos de curiosidad y envidia porque vivimos con más ansia e intensidad que ellos?
Y sobre todo: ¿en qué creer? ¿en qué creo verdaderamente?

Elizabeth, la vieja escritora, no sabe qué contestar. Siempre duda (y por eso me gusta tanto). Su respuesta final me maravilla, Otro. Hoy me quedo con ella:
“¿En qué creo? Creo en esas ranas diminutas. No estoy segura en dónde estoy ahora mismo, en mi edad anciana (…) Pero el continente australiano, en donde yo vine al mundo chillando y pataleando, es real. El río y sus marismas son reales, las ranas son reales. Existen independientemente de que yo les hable a ustedes de ellas o no.
Es debido a la indiferencia de esas ranas diminutas hacia lo que yo crea, es debido a su indiferencia hacia mí que yo creo en ellas”

domingo, 4 de enero de 2009

la primera


Ocurrió hoy, hace apenas un par de horas.
Mi Otra y yo jugábamos con la pequeña Otra, tumbados en el suelo entre cojines. Yo me puse unos muñequitos en la cabeza y fingía estornudar para que los muñequitos cayeran.
La pequeña miraba aquello fascinada, y de pronto... su risa, su primera verdadera carcajada.
Lo repetí dos, cuatro, diez veces y cada vez volvia a reìr, ya no sólo con los ojos y con la sonrisa. Esta vez su risa alcanzaba nuestros oídos.
Y era un canto, una música, un trino.

Como siempre mis palabras son insuficientes y pobres, así que convoco a Miguel Hernández y su poesía de tierra.
Solo diré que mientras mi Otra lloraba y yo casi, deseaba con toda el alma que esta risa sea la primera de miles, que se le vuelva cotidiana como el amanecer, que haga nido en su boca.

"... Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor..."

(Miguel Hernández)

viernes, 2 de enero de 2009

las huellas


"... a ti que me has creado
y eres mi tiempo junto y mi alegría,
a ti quiero decirte una palabra sola:
nacer,
ese es tu nombre"

(Luis Rosales)

Quedó atrás otro año, y en él aún están frescas las huellas que dejamos.
Para muchas personas cercanas y queridas fue un año doloroso, a veces cruel, que dejó heridas hondas.
Mi experiencia, Otro, ha sido diferente. No diré que fue un año de cambios, sería poco. Fue un año de transformación y de profundo aprendizaje.
Nada más importante que la llegada de la pequeña Otra, nada más luminoso.

Aprendí a hacer de mis brazos una cuna y de mi voz un arrullo.
Aprendí mucho sobre marcas y tipos de pañales... y sobre su contenido.
Aprendí cuánto se debe hervir una verdura para hacer papilla.
Aprendí que la leche materna es un agua dulce y tibia y en cambio la fórmula es casi siempre asquerosa.
Aprendí que muchos fabricantes de ropa para bebé nunca han tenido uno.
Aprendí a dormir a las diez de la noche y a despertar poco después de las siete de la mañana, incluyendo domingos y días festivos.
Aprendí cual es la temperatura ideal en su bañera.
Aprendí a hacer las tareas cotidianas con total sigilo, como una sombra.
Aprendí las modulaciones que distinguen diferentes tipos de llanto.
Aprendí a contar cuentos, hacer representaciones, gestos y bailables con el único fin de conseguir una sonrisa.
Aprendí a querer y a hacer parte de mis días a Wanda la ballena, Bartolo el mono habanero, el Pato sucio, la Mosca, el Mono Pastejé, Don Pimpirulando, la Burrita, los dos gatos que se suben a la luna, la osa Kalú, la conejita Miffy...
Aprendí que cada noche hay un cuento dentro de sus pestañas.
Aprendí que los elefantes hacen "Bralú... bralú"
Aprendí que mi dolor es nada comparado con el suyo.
Aprendí de nuevo a contemplar, a estar absorto, a llorar.
Aprendí a detener mi ayuda para que aprenda a girar sola.
Aprendí a abrazar con toda mi alma cuando toca la vacuna.
Aprendí que por más cerca que esté hay algo entre mis dos Otras que me es inaccesible.
Aprendí, en fin, que el corazón, ese músculo infatigable del tamaño del puño, puede hincharse, expandirse y ampliarse, hasta abarcar el infinito