jueves, 18 de marzo de 2010

Los Bárbaros


"Y cada vez que alguien se levanta para denunciar la miseria de cada transformación en concreto, dispensándose del deber de comprenderla, la muralla se yergue y nuestra ceguera se multiplica con la idolatría de una frontera que no existe, pero que nosotros nos jactamos de defender". (A. Baricco)

Allí están, al otro lado de la muralla: hordas de bárbaros asolando la civilización. Vienen a decir que no hay sentido allí donde lo encontrábamos, vienen a acabar con lo que creíamos nuestra identidad, vienen a imponer la rapidez, la superficialidad, el placer fácil; vienen a acabar con la sacralidad del alma. Ellos: los bárbaros.

Hasta que Baricco me ayuda a mirar de nuevo y descubro con asombro, con miedo, que la muralla que hemos levantado no nos defiende de los bárbaros, sino que los inventa; crea la ilusión de que nosotros no somos ellos. Sólo una ilusión, porque en el fondo, bárbaros y civilizados somos los mismos, soy yo y eres tú, Otro: somos todos.

Y me lanza una pregunta que sigo intentando contestar: "¿Qué hay en el mundo antiguo que queremos llevarnos hasta el mundo nuevo? ¿Qué queremos que se mantenga intacto incluso en la incertidumbre de un viaje oscuro? (...) Lo que se salve no será lo que pusimos a salvo del tiempo, sino lo que dejamos que mutara, para que se convirtiera, él mismo, en un tiempo nuevo".

Los Bárbaros: Ensayo sobre la Mutación. Alessandro Baricco. Ed. Anagrama

lunes, 15 de marzo de 2010

Miguel Delibes


La aparente simpleza (pocas cosas tan complejas como escribir con sencillez, pocas tan arduas como la transparencia).
Las palabras limpias y duras como piedras.
La raíz que se nutre de la oscuridad de la tierra, en su hondura.
La mirada a veces cruel.
Los retratos en sepia de la gente simple, de los pequeños, los últimos, los heridos.

Pienso en tres novelas suyas que me llevaron al silencio: "La Hoja Roja", "La Sombra del Ciprés es Alargada", "Los Santos Inocentes".

Murió hace tres días.
Gracias, Don Miguel.