domingo, 21 de diciembre de 2008

Sin escapatoria

Para I.

"Nada es del todo indiferente, nada puede permanecer por mucho tiempo indiferente a cualquier otra cosa. Nada permanece intacto y sin contacto. Nadie puede escapar a ninguna parte"
(Zygmunt Bauman)

Sé que no leerás estas palabras, que no tendrás noticia de ellas, y no importa, lo que quise decir ya te lo dije.
Palabras que quieren resumir una mirada.
No cualquier mirada, sino esa que se interponga entre la oscuridad y tú.
Mi palabra que confirme que no soy indiferente, que no puedo serlo, que nadie debería serlo. Y que no hay escapatoria.
Mi palabra-mirada como un profundo 'no' que alcance a tu conciencia, a tu cordura, a tu luz.

Una palabra y una mirada que provoquen en ti una respuesta que me permita aferrarme a la esperanza.
¿Será verdad? ¿Aún es posible creer que una mirada y una palabra amorosa pueden más?

Que así sea me digo, que así sea, que así sea.

viernes, 12 de diciembre de 2008

La mirada y el regalo


El regalo se lo hizo Hilda, mi amiga, a la pequeña Otra.
Lo encontró en la novela de Ángeles Mastretta, Mal de Amores. Cada palabra es bella como es bella la mirada que supo descubrirlas y la generosidad se su regalo.

"Niña-dijo Milagros con la solemnidad de una sacerdotisa- yo te deseo la locura, el valor, los anhelos, la impaciencia. Te deseo la fortuna de los amores y el delirio de la soledad.
Te deseo el gusto por los cometas, por el agua y los hombres.
Te deseo la inteligencia y el ingenio.
Te deseo una mirada curiosa, una nariz con memoria, una boca que sonría y maldiga con precisión divina, unas piernas que no envejezcan, un llanto que te devuelva la entereza.
Te deseo el sentido del tiempo que tienen las estrellas, el temple de las hormigas, la duda de los templos.
Te deseo la fe en los augurios, en la voz de los muertos, en la boca de los aventureros, en la paz de los hombres que olvidan su destino, en la fuerza de tus recuerdos y en el futuro como la promesa donde cabe todo lo que aún no te sucede.
Amén".

martes, 2 de diciembre de 2008

Tratado de las Pasiones del Alma


Me ha ocurrido muy pocas veces.
Abro el libro de un autor que hasta ese momento no conozco y antes de acabar la primera página sé que desde ese momento me será imprescindible.
Eso me ocurrió en los primeros renglones de "Tratado de las Pasiones del Alma" del escritor portugués Antonio Lobo Antúnez.

Dos niños. Dos adolescentes. Son amigos, pero también rivales. Uno, el nieto de un rico hacendado; el otro, hijo del peón miserable y alcohólico de esa hacienda. Con los años, el niño rico será un terrorista buscado; el niño pobre será el juez encargado de interrogar a ese terrorista. El reencuentro entre ambos revive rencores y nostalgias.

La historia es interesante, pero la verdadera magia del libro está en su modo de ser contada: el prodigioso lenguaje de Lobo Antúnez, los dos, tres, a veces cuatro tiempos entrelazándose en la misma página creando un tejido perfecto; la mirada descarnada y a veces cruel del escritor hacia sus personajes. Una mirada sin compasión.

Cierro el libro y me quedo con un sabor extraño, una mezcla de asombro, de indignación y de nostalgia.
Y una vaga añoranza por algo que nunca he visto: los nidos de las cigüeñas sobre las chimeneas de los viejos caserones.