martes, 2 de diciembre de 2008

Tratado de las Pasiones del Alma


Me ha ocurrido muy pocas veces.
Abro el libro de un autor que hasta ese momento no conozco y antes de acabar la primera página sé que desde ese momento me será imprescindible.
Eso me ocurrió en los primeros renglones de "Tratado de las Pasiones del Alma" del escritor portugués Antonio Lobo Antúnez.

Dos niños. Dos adolescentes. Son amigos, pero también rivales. Uno, el nieto de un rico hacendado; el otro, hijo del peón miserable y alcohólico de esa hacienda. Con los años, el niño rico será un terrorista buscado; el niño pobre será el juez encargado de interrogar a ese terrorista. El reencuentro entre ambos revive rencores y nostalgias.

La historia es interesante, pero la verdadera magia del libro está en su modo de ser contada: el prodigioso lenguaje de Lobo Antúnez, los dos, tres, a veces cuatro tiempos entrelazándose en la misma página creando un tejido perfecto; la mirada descarnada y a veces cruel del escritor hacia sus personajes. Una mirada sin compasión.

Cierro el libro y me quedo con un sabor extraño, una mezcla de asombro, de indignación y de nostalgia.
Y una vaga añoranza por algo que nunca he visto: los nidos de las cigüeñas sobre las chimeneas de los viejos caserones.

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