miércoles, 29 de julio de 2009

por la arena


No sé porqué o para qué lo escribo. Quizá porque no he podido quitármela de la cabeza y quizá ésta sea una forma de lograrlo.
Estaba en Zihuatanejo hace unos días, sentado de cara al mar. Ella caminaba lentamente por la arena. Una mujer jóven, me parece, con el cuerpo totalmente deformado. Una joroba en la parte izquierda de su espalda, el torso muy corto y torcido. Llevaba unas bermudas rosas y una camiseta también rosa.
Mientras recogía conchitas miraba hacia las olas y hacia el sol. Y sonreía.

Pensé que habría que escribir un poema, una novela, una sonata. Pensé que habría que ser capaz de crear la belleza, pero no se cómo.

Entonces no agregaré nada más.
Nada.

lunes, 13 de julio de 2009

vida felina


Me mira con sus ojos asombrados, juguetones, traviesos; y con una media sonrisa me invita (o me ordena, ya no sé) diciendo: "Miau".
Y entonces, al conjuro de ese maullidito, me convierto yo también en gato. Maúllo, muevo mi cola invisible, brinco.
Como la pequeña Otra, me pongo en cuatro patas y la sigo por toda la casa, gateando, con las rodillas adoloridas y el pantalón hecho un asco. Prefiere los lugares más peligrosos, así que a cada paso tengo que salvarla de la esquina de un mueble, de la puerta que se cierra, del resbalón traicionero. Soy un gato de segunda, siguiendo siempre al gatito que decide a donde ir, que rasguña la alfombra, que se tira de panza, que de pronto se aburre y sencillamente se pone a llorar o a tomar mamila o a abrir un libro dejándome tirado, con las rodillas y las manos en el suelo, todavía gato, agotado, agatado, mirándola crecer.

lunes, 6 de julio de 2009

zaz


La pequeña Otra no para, no se detiene, no da tregua. Sube y baja, pide, exige, juega, es un perro, es un gato, es un tigre, quiere cuentos, quiere que la carguen, quiere que la dejen en paz, quiere gatear en horas de sueño, quiere comerse el mundo con sus ojos inmensos.
Nomás por curiosos buscamos cual sería su horóscopo maya. Seguimos instrucciones, hicimos cuentas.
Es 1 Tormenta, ni más ni menos.
Pa su!

recuerdo


Su muerte pasó casi inadvertida porque ocurrió el mismo día que la de Michael, ese selenita. No para mí.
Porque ella, a mis nueve o diez años fue el despertar del erotismo, las primeras fiebres, las primeras calenturas. Como muchos pubertos de mi edad, tenía un poster suyo en mi habitación. Su sonrisa radiante, su cabellera salvaje acompañaron mis primeros sueños sexuales.
Una tarde aburrida tuve una iluminación: en medio de una película aburridísima, llamada, creo, Saturno 3, por una fracción de segundo, tuve un atisbo de su pecho izquierdo desnudo. Fue suficiente para encenderme durante meses.
Hoy la recuerdo con ternura y con deseo. A Farrah Fawcett, mi primera novia.