viernes, 26 de agosto de 2011

Otra vez


Esto ya lo había escrito, Otro. Pero no se me ocurre nada mejor qué decir.
Perdonarás la repetición:

El monstruo de cada día. Alimentándose de sí mismo. Insaciable.
Y entonces, me aferro a las palabras de Italo Calvino. Están al final de "Las Ciudades Invisibles", su maravilloso texto. Ven, acércate, léelas conmigo.
Hagámoslo posible.

“El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, y que formamos estando juntos. Hay dos formas de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de sentirlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y darle espacio.” (Italo Calvino)

domingo, 21 de agosto de 2011

conclusiones después del espectáculo


"Oye mamá, los delfines están un poco salchichados ¿no?"
(La pequeña Otra)

domingo, 14 de agosto de 2011

Breve tiempo



Fue un tiempo dulce, suave, calientito. ¿Cómo expresarlo en palabras?
Mi Otra volvió al trabajo mientras la pequeña Otra y yo aún teníamos vacaciones. Entonces, quizá como nunca antes, el tiempo fue nuestro. Cada momento, cada detalle, cada gesto. Una complicidad llena de pequeños detalles, de juegos, de caricias.
Por supuesto su rostro al mirar a los animales del zoológico ("Papá, ese chango tiene cara de tamal de dulce"), su asombro al subirnos a una lancha en el lago de Chapultepec, sus pláticas con las ardillas en Los Viveros; si todo eso, pero sobre todo el despertar cada mañana, sus pequeños pasos acercándose a mi cama y esos minutos en que ambos nos abrazábamos y reíamos bajo las sábanas inventándonos nombres de gato.
No hay palabras. Intento, pero es que, simplemente, no alcanzan.