martes, 26 de agosto de 2014

Julio Cortázar. 100 años de un cronopio.

"No tenía ninguna fe en que ocurriera lo que deseaba, y sabía que sin fe no ocurriría. Sabía que sin fe no ocurre nada de lo que debería ocurrir, y con fe casi siempre tampoco". (Rayuela capítulo 143)

sábado, 16 de agosto de 2014

A pocas horas...

La pequeña Otra, cada vez más grande, a pocas horas de empezar la primaria. Se le amplía la imaginación, y se le abren ventanas, y le brotan preguntas, y le nacen travesuras, y sigue siendo un enigma, y se enamora de los gatos, y no le alcanzan los ojos, y no deja de asombrarse, y no sabe callar, y no se cansa nunca, y no para de jugar, y crece, y crece y crece.

jueves, 14 de agosto de 2014

Auch

La dermatóloga me hizo una curación en "salva sea la parte". Aquí, la versión de la pequeña Otra.

jueves, 7 de agosto de 2014

Requiem

Un día busqué mi cantina para comer la deliciosa paella de los sábados... y no estaba allí. La puerta cerrada y un ominoso letrero de "Se renta" ensuciaban su fachada. Unos días después vi la puerta abierta y me acerqué a preguntar. Me encontré a unos trabajadores destruyéndola a punta de mazo. Nada quedaba ya de mi cantina: ni las columnas, ni la barra donde los señores jugaban cubilete entre risas broncas, ni las televisiones donde tantos partidos de futbol, ni los barcos de madera polvosos. Nada, pero sobre todo, nadie. Porque esos trabajadores que profanaban el lugar eran nadie. Faltaban todos: el cocinero calvo que hacía magia en la paellera y que me dio la receta de la salsa ranchera; Rubén, el capitán de copete brillante que preparaba la mejor carne tártara del mundo; los meseros, y sobre todo, los parroquianos de siempre. ¿Qué será de ellos? ¿Dónde se reunirán? El siempre-triste ante su inacabada copa de vino, el doctor de suaves movimientos, el señor chueco que me regalaba aguacates, el hombre amable y de lentes que me preguntaba por el libro que leía... y los demás, todos ellos. Y es que una cantina es mucho más que el espacio que ocupa. Es sobre todo la gente que come, bebe, habla, ríe allí; es las historias que allí se cuentan; es el complejo entramado de relaciones y vínculos que de algún modo te hacen sentir parte de algo. Extraño mi cantina, extraño su comida y especialmente extraño a los hombres, casi todos mayores, que se reunían allí como feligreses de ese rito hermoso que, cada vez menos pero aún, se celebra en las cantinas.