sábado, 19 de septiembre de 2009

Tres formas de la melancolía.


A veces, la lectura me depara coincidencias; me lleva, sin darme cuenta, por extrañas sincronías.
Hace algunas semanas, tomando de mi librero libros al azar, leí, una tras otra, tres novelas con un tema común e inesperado.
Tres libros muy distintos, pero con un algo semejante, pálido, triste:

Un hombre ama y pierde a dos mujeres profundamente unidas entre los lentos rituales de la ceremonia del té donde descubre que esos frágiles objetos permancerán cuando nosotros nos hayamos ido.

Un viejo escritor, en el ocaso de su vida, es deslumbrado por la absoluta belleza de un adolescente en una ciudad de antiguos palacios, de canales sucios, de constante neblina.

Una mujer cree encontrar a la madre que la abandonó hace muchos años y la sigue, silenciosamente, por las oscuras calles y el metro de París.

Mil Grullas, de Yasunari Kawabata; Muerte en Venecia, de Thomas Mann; Joyita, de Patrick Modiano. Tres formas de la melancolía.

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