viernes, 28 de febrero de 2014
La Casa de Hojas.
Una casa que es más grande por dentro que por fuera. Un día, sus habitantes descubren que apareció un pasillo que no estaba antes. Y allí dentro, la total oscuridad y el frío, un laberinto que se modifica según quien lo mira y que a veces parece infinito; donde las brújulas no sirven. El abismo que acecha, una especie de gruñido que lo llena todo. Un vacío donde es posible perderse o enloquecer.
Inquietante siempre, a veces aterradora la novela de Mark Z. Danielewski es extraña y diferente. Lo más sorprendente no es la historia, aunque la historia atrapa, sino la forma de contarla: párrafos que se enredan o se empequeñecen, que se angostan a medida que los personajes entran en un túnel, que te obligan a leer en todas direcciones, que se alargan y se rompen de repente. Muchas veces me siento desorientado, con sensaciones físicas extrañas. El libro, sus páginas son también el laberinto.
"Y luego, para bien o para mal, os revolveréis, incapaces de resistir, aunque seguiréis intentándolo, luchando con todo lo que tengáis para no afrontar lo que más teméis, lo que es ahora, lo que será, lo que siempre ha venido antes, la criatura que soís en realidad, la criatura que somos todos, enterrada en esa negrura sin nombre que es un nombre. Y luego empezarán las pesadillas".
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