martes, 24 de julio de 2018
Conocimiento del infierno.
Lobo Antunes, Lobo Antunes, Lobo Antunes. Vuelvo a él. Vuelvo a sorprenderme de esa mezcla perfecta entre técnica, poesía, hondura humana. Esta vez me lleva de la mano a un mundo que conoce bien (fue psiquiatra): el de el hospital psiquiátrico y sus pobladores. No sólo los enfermos (¿Son enfermos?) sino también los médicos encargados de ellos. Tierna la mirada hacia los pacientes, despiadada la mirada hacia los doctores. ¿Qué es la locura? ¿Llegan locos o allí enloquecen? La violencia aceptada de los medicamentos y de las terapias, el dolor, el miedo, la vida que se diluye poco a poco. Pero como siempre en Lobo Antunes, es imposible narrar de qué trata el libro, porque el fondo y la forma son lo mismo, porque su prosa es como un canto tristísimo y al mismo tiempo hermoso. Maestro siempre, inalcanzable.
La débil mental
Brutal y poética a un tiempo. Quizá esa es la magia que logra Ariana Harwicz en esta pequeña novela que no te da respiro. Lo sórdido, lo oscuro, la desgarradura del deseo, el sexo que llena y deja un hueco insaciable. La hija y la madre que no dejan de mirarse, que se aman y se odian al mismo tiempo, que se escudriñan y se reflejan. Un río de palabras que se va acelerando hasta despeñarse. Eso: brutal y poética.
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