jueves, 7 de enero de 2010

nublado y frío


A veces, como en estos días, la Pequeña Otra no me quiere.

No se de que otro modo decirlo. No quiere estar conmigo, no quiere que le ayude, me ignora cuando le pregunto algo, hace a un lado lo que le ofrezco.
Mi cabeza trata de entender razones. Mi corazón se nubla y se oscurece y se pone más invierno que nunca. Y entonces estoy triste todo el día, de malas, mis manos se vuelven torpes y tiro todo, me tropiezo con los muebles, me vuelvo intolerante.

Me acerco a ella con temor a que me rechace o me alejo, y eso sólo empeora las cosas.
La extraño. Y me duele, me duele, me duele.
Y me siento culpable de que me duela.

Pienso en el Dios absurdo del Antiguo Testamento, ese que tan mal me cae y que ordena a sus creaturas que lo amen sobre todas las cosas, pues de otro modo cometen pecado. ¿Cómo se puede amar a alguien porque te lo ordenan? ¡Vaya Dios inseguro y necesitado!
Pero en estos días, de pronto lo comprendo. Quisiera decirle a la Pequeña Otra: ¡Amame! ¡Es una orden!

Mientras tanto, el mundo gris, nublado y frío. O como el paisaje aquel del Principito, ¿recuerdas Otro?

2 comentarios:

Marciana dijo...

A veces me da por no querer a mi mamá, y no es exacto que no la quiera, es sólo que ha ratos algo en el mundo me incomoda, algo me cae gordo, algo no funciona del todo, es que ha ratos estoy distante del mundo...y entonces voy al lugar seguro (seguro desde que nací y hasta mis treinta tan entrados): mi mamá. La hago a un lado, no quiero que me hable, no la quiero cerca. Ella un sitio tan seguro, tan constante, tan completo, tan entregada, que le toca pagar los platos rotos del mundo. Y supongo que le duele, que le ha dolido...es el dolor del amor entero, del incondicional. Si la pequeña otra avienta el juguete que le ofreces, y sientes que el corazón se rompe o la rabia se mete, no olvides que ese gesto es, también, una prueba de amor.

Lara dijo...

No se si recuerdes mis quejas y melancolias de madre. Se que duele y el amar duele, pero tambien se que el amor a nustras hijas se demuestra con el respeto y desde que nacen piden independencia y privacidad a gritos solo que no las escuchamos por nustro egoismo o por nuestro ego. y cuando damos un paso atrás para observarlas es cuando podemos estar orgullosos de nuestro crecimiento como padres. Amo a Cami y no deja de ser lo mas difícil y lo mas increible que Dios me ha concedido.
Con todo mi cariño.

Lariza