viernes, 17 de mayo de 2013
Ni eso.
"Un torturador no se redime suicidándose, pero algo es algo", escribió Mario Benedetti hace algunos años. Murió Videla, el rostro de la dictadura argentina, llevándose sus secretos y las manos empapadas en sangre. A los ochenta y tantos, en la cárcel y cumpliendo su cadena perpetua. Si al menos hubiera tenido el valor y el mínimo de conciencia del que habla Benedetti. Pero ni eso...
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