viernes, 28 de junio de 2013
Almas grises
Una niña asesinada. Una joven suicida. Un juez con prisa por culpar a alguien. Un policía viejo. Dos sospechosos. Parece simple, y sin embargo, Philippe Claudel logra una novela delicada, ambigua, hermosa, llena de niebla. Quizá porque más allá de la anécdota, flota una idea constante: "-Cabrones, santos..., yo no he conocido a ninguno -dijo Josephine encogiéndose de hombros_. Las cosas no son blancas ni negras, lo que reina es el gris. Los hombres, sus almas... pasa lo mismo. Tú eres un alma gris, rematadamente gris, como todos nosotros".
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