viernes, 19 de julio de 2013
Israel Galván.
Dicen que baila como en una cuerda floja y sin red de protección, que se arriesga a romper la tradición desde la tradición. Siempre polémico, Israel roza el desequilibrio, juega, inventa. Algunos aseguran que en su baile hay algo de danza butoh, por los momentos de interioridad, de misterio. Parece que su danza nunca está donde la esperas. Los silencios son tan importantes como la música (sólo se escucha el roce de sus zapatos) y la quietud es tan importante como el movimiento. Dicen que lo que hace no es flamenco; no lo sé; de eso, otro, yo no sé; pero ante su danza me siento estremecido. Israel es pura precisión e intensidad, y entonces se queda inmóvil, congelado, fijo; contengo la respiración, y de pronto, un gesto, uno sólo, y me deja el alma desnudita y temblando.
viernes, 5 de julio de 2013
Las solidaridades misteriosas.
Ella sabe muchas lenguas, pero rara vez habla. Camina desde la madrugada, sin importar el clima. Mira, contempla cada rincón de la costa, conoce a las gaviotas, cuida de las flores. Ama a un hombre desde la distancia. Envejece y se convierte en lo que ve: en ese paisaje, en esa arena, en esas piedras, en ese mar. La historia de esa mujer y quienes la miran: su hermano, su hija, algunas personas del pueblo. Algo así cuenta la bellísima novela de Pascal Quignard. Ninguna palabra sobra, su precisión, su delicadeza, su intensidad se parecen a la poesía. Algo se abre en mi mientras leo.
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