martes, 12 de septiembre de 2017

Aún.

Hace algunas semanas. La pequeña Otra y yo nos fuimos solos a la cabaña cerca del bosque en El Chico, Hidalgo. El resto de la familia nos alcanzaría luego. Dos días y dos noches para nosotros. Jugamos, reímos, recogemos manzanas, nos empapamos, jugamos futbol, vamos al pueblo, visitamos y damos manzanas a los caballos, brincamos charcos, liberamos a un pequeño murciélago que la maravilla, cocinamos, exploramos el cementerio de noche, buscamos al pájaro Popurrí (ese que solo nosotros hemos visto), caminamos por el bosque inventando aventuras, vamos a la cascada, comemos cocoles. Volvemos a repasar antiguos juegos que hemos jugado decenas de veces. Sus ojos brillan, se escuchan sus carcajadas. Por la noche prendemos la chimenea. Dormimos juntos, abrazados, hechos una bolita tibia y palpitante. Despierta a mi lado, sonriendo, con todo el día por delante. Tata y Rana, sus títeres desde que tenía dos años nos acompañan, fieles siempre. Asombrado, conmovido, me doy cuenta de que su niñez sigue allí, luminosa, intacta. También sé que no será por mucho tiempo. Hay una intimidad dulcísima, una complicidad solo nuestra. Y yo agradezco al Misterio que me regale este tiempo con ella. ¿Cuánto queda de su infancia, carajo, cuánto? La belleza me ahoga. La nostalgia adelantada de lo que un día no será. Pero por ahora es. Aún... aún...

No hay comentarios: