lunes, 4 de agosto de 2008

el asombro cotidiano


En contra de lo que sabios pedagogos y educadores opinan, y en contra de lo que la higiene y las reglas de la buena educación sugieren, ella, la Pequeña Otra, duerme entre nosotros, bajo las mismas sábanas, en el mismo calorcito.
Se duerme haciendo mil ruiditos y pujidos.
A veces no es fácil y al otro día, mi Otra y yo amanecemos un poco entumidos, muy rectos como varas y acomodados justo a la orilla de la cama mientras la pequeña duerme extendida cuan corta es.

Pero todo eso vale la pena a cambio del contemplar el asombroso espectáculo cotidiano de su despertar:
Comienza por hacer más ruidos que los del sueño, suspira, se agita, bosteza. Tiembla y se estira con los puñitos apretados. Y se vuelve a quedar quieta. Un nuevo intento, encoge las piernitas, medio abre un ojo -una rendijita-, vuelve a bostezar y vuelve a quedarse quieta. Así una y otra vez, hasta que en uno de esos intentos, treinta o cuarenta minutos después, luego de un nuevo bostezo, un nuevo suspiro y un nuevo estirón con temblor de puños, logra al fin abrir los ojos, un poquito antes de lanzar el primer llanto de la mañana.

Entonces, sólo entonces, nace el día.

4 comentarios:

Annabel dijo...

Lee a Carlos González en su libro "Quiéreme mucho", ¿lo conoces? es la alternativa a los que no quisimos tragarnos al archifamoso doctor Estivill. Por mi tierra estos dos autores son bestsellers en el tema del sueño infantil.
En Méjico no sé, pero en España el colecho está bastante extendido y a menudo poco reconocido (queda mal decir que se duerme con el bebé si no es en determinados círculos), al menos esa es mi experiencia con la gente que conozco.

Claire dijo...

Que lindas palabras y que hermosa foto, me conmueven muchísimo. Felicidades a los Otros!

Lasinverso dijo...

Así es una alegría despertarse. un saludo

Hummingbird dijo...

Qué divina manera de iniciar el día, qué lindo amanecer al lado de quien todo lo vive por primera vez.

Ni modo, tengo que aceptarlo, tengo que dejar de luchar contra esto, tengo que decirlo: te envidio, y duele.