miércoles, 27 de febrero de 2013

En el Centro 3.

Merecido descanso después de la misión realizada. La Mascota es una vieja cantina ubicada en la zona brava del centro histórico. Esa clase de sitio por donde uno camina queriendo parecer muy tranquilo sin estarlo. Hay que atravesar por entre cientos de vendedores y reparadores de teléfonos que no tienen local y trabajan en la calle, sentados en bancos altos o de pie, cazando clientes. La calle de Las Viscaínas se convierte en Mesones, y allí se encuentra La Mascota. Pequeña, llena de ruido y vida. La rockola pasa de 'Te voy cambiar de nombre' a 'La puerta negra' a 'Yerbero moderno'; los meseros te tratan como si te conocieran; en una esquina, una mesa con jóvenes burgueses-alternativos (que quizá es la misma denominación donde cabría yo) que tienen pinta de venir de la Roma, de la Condesa o de Coyoacán; la botana generosísima: pancita, tostada de tinga, manitas de puerco en salsa verde, cola de res en adobo...; por allá el señor que lee el 'Esto', más acá el vendedor de lotería; y en todos lados, esa dulce sensación de lejanía a la que el ron me conduce poco a poco.

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