domingo, 30 de agosto de 2015
Las amigas.
La pequeña Otra, casi siempre tímida, introvertida, con dificultad para relacionarse. Prefiere jugar sola, y a veces ve jugar a los otros niños con cierto anhelo, con ganas de integrarse y sin saber cómo. Tan parecida a mí, en eso. Un día, en la escuela se encuentra con otra niña. También tímida e introvertida, con igual dificultad. Imagino ese encuentro: el mirarse desde lejos, el descubrirse similares, el acercarse (¿cómo?), la primera sonrisa, el vencer las barreras para comenzar una plática. ¿Cómo hicieron? Y luego, ese milagro que de tan cotidiano deja de maravillarnos: el nacimiento de esa bellísima forma de amor a la que llamamos amistad. Brillan sus ojos sólo con mirarse, se sonríen, escapan a la habitación de una o de otra, se hacen regalos, se cuentan cosas, se enfrentan juntas a las dificultades, un poco espejos una de otra, también diferentes en gustos y experiencias. No se dan cuenta de que ha pasado algo, sencillo y sorprendente, que cambiará su vida para siempre.
lunes, 3 de agosto de 2015
la línea.
Dos de agosto del 2015. Hay una línea entre el deseo y el miedo. A veces insuperable. A mí me pasa. La pequeña Otra estaba ante esa línea. El llamado del agua y el miedo al agua, o más bien a hundirse en el agua. Poco a poco, fue intentando, atreviéndose. A veces se aferraba a mí con fuerza. ¡Parecía tan lejano! De pronto, reúne el valor necesario (hace falta muchísimo) y sin llanta ni flotadores atraviesa la línea y nada sus primeros metros. Sonríe, asombrada de su propia valentía, de su propio logro. Y le entra un hambre insaciable de seguir nadando. Y sigue, flaquísima y hermosa, conquistando un nuevo elemento, cada vez más acuática, cada vez más sirena.
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