miércoles, 26 de diciembre de 2007

Exilio


Pienso una y otra vez en ese niño. Sin preguntarle su opinión lo llevaron hasta el puerto, atravesando por entre las sirenas que anunciaban bombardeos, por entre el hambre y su gris ciudad asediada. Allí, como otros cientos de niños, se despidió de su madre y algún abuelo –su padre luchaba en el frente-. No acababa de entender. Él lloraba. Su madre lloraba. Todas las madres lloraban.
Será por un breve tiempo, le dijeron. Te recibirán personas amigas, le dijeron. Es por tu bien, le dijeron. En un par de meses, cuando acabe la guerra volverás, le dijeron.
Viajó en un barco entre mareos, miedos y otros niños igual de aterrados que él, igual de solos.
Llegó a Veracruz, como se llamaba el puerto que los recibió, en un país desconocido para él, del otro lado del mar. Fue llevado a Morelia, Michoacán, a un hospicio para los niños exiliados de la guerra civil española. Se enfrentó al hambre, a la comida en donde el maíz estaba en todo, a la agresión de otros niños, a las mismas cosas que son llamadas con otros nombres. Las cartas de mamá llegaban luego de semanas, a veces con malas noticias. Un día dejaron de llegar.
En un par de meses, cuando acabe la guerra volverás, le dijeron. La verdad fue que volvió a su país muchos años después –otros nunca volvieron-. Y descubrió que esa tierra ya no era la suya, ya no la reconocía. ¿Cuál era su patria, entonces?
“Mi verdadero país es el exilio”, se dijo. Ese lugar que no es ninguno.

¿Por qué me conmueve tan profundamente su historia? ¿Porqué tenía un nudo en la garganta y los ojos arrasados mientras veía “Los niños de Morelia”, de Victor Hugo Rascón? Porqué, si su historia no es la mía, si yo no me he visto obligado a dejar mi tierra, si no conozco directamente a nadie que hubiera vivido esa experiencia…

¿O si? ¿Puedo asegurar que nunca he sido exiliado? ¿De ningún lugar, de ninguna experiencia, de ninguna situación?
¿No fui exiliado de los años de la infancia y de su transparencia? ¿De la vieja casa de los abuelos? ¿De ilusiones, creencias y proyectos? ¿De sueños que ya nunca?
¿No soy también un exiliado? ¿hay alguien que no lo sea? ¿y no lo eres tú también, Otro, mi prójimo? ¿no somos tu y yo sino compañeros en un exilio y en otro, y otro, y otro…?

(Luego de ver la representación de “Los niños de Morelia” de Victor Hugo Rascón, dirigida por Mauricio Jiménez)

3 comentarios:

Marciana dijo...

Si, lloré en esa puesta, lloré por el exilio, lloré por todos a los que le es arrebatada su tierra, arrancada su sangre, su raíz; lloré por el que se quedó siendo extranjero aún cuando pudo volver a su tierra; lloré por lo españoles, por los Argelinos, por los Argentinos, por los Uruguayos y Chilenos, por los guatemaltecos...por todos y cada uno, por los que se han quedado sin tierra, sin casa, sin chamba, por los que han sido silenciados...si, lloré en la Puesta de estos "niños de morelia" de Rascon Banda, lloré antes: cuando la estaban armando sin un peso, buscando información de aquí y de allá, entrevistando viejos niños; lloré cuando los ví finalmente en escena, estrenando a pesar de todo y contra el viento, lloré incluso con algunos de ellos que estaban ahí, conmovidos de ver su historia nombrada, contada; lloré cuando los ví salir a españa a presentarla. He llorado tanto con esta puesta, con esa historia, y hoy que te leo y que sé que la viste: lloró de imaginarte llorando por dentro.
(Ah! y la dirección es de Mauricio Jiménez)

etrusc dijo...

ME CONMOVISTE MUCHISIMO. EN CIERTAS PARTES PUDE VOLVER A VIVIR LOS MOMENTOS DE MI INFANCIA CUANDO ME TOCO DEJAR MI PAIS NATAL.
TAMBIEN ME IMAGINO QUE ME HACE SENTIR TRISTE PORQUE LE VEO UN PARECIDO A TI. TUS SILENCIOS ASI COMO TUS ESFUERZOS PARA COMUNICARTE ME HABLAN DE UN PROFUNDO EXILIO DIFICIL DE REPORTAR PORQUE NADIE LO ENTENDERIA JAMAS. HAY SILENCIOS QUE SON DIFICILES DE ROMPER PORQUE NI HAY SIEMPRE CONSCIENCIA, NI EXISTEN LAS PALABRAS PARA DESCRIBIRLOS.
ME ENCANTA LEER TU BLOG Y DESCUBRIR MAS DE TU SENSIBILIDAD. GRACIAS

Hummingbird dijo...

Pues si, yo también puedo llorar, lloro gracias a tus palabras por todos los exiliados que, de un día a otro, son arrancados de su raíz. Me provoca escalofríos pensar en el dolor de alguien que en un momento, y por las decisiones de otros, pierden familia, amigos, tierra, bandera. Pero les queda la historia, una historia dolorosa que otros deciden contar.

Y sí, muchas veces me he sentido exiliada. Muchas veces me sigo sintiendo así, entre mis amigos, con mi familia. Y me pregunto si HE SIDO exiliada, o muchas de las veces yo he decidido exiliarme sola con mis silencios, con mis inseguridades, con esta horrenda sensación de no ser parte de nada.