lunes, 28 de enero de 2008

En el templo de los dioses con colmillos


Es un templo. Al principio no lo parece, pero es un templo. No es fácil entrar, Otro, necesitarás esperar, ser paciente. Llegará tu tiempo.
Debes saber que entras en un templo, y eso implica que hagas a tu alrededor un espacio de silencio y de soledad, aunque estés rodeado de cientos de personas.
No tengas prisa, déjala fuera. Deja que los apresurados pasen. Tu, Otro, camina despacio, escuchando como rechina la madera del suelo bajo tu pisada. Y ábrete, ablándate, deja entrar cada imagen y no sólo cada imagen, también la música, los murmullos, el maravilloso espacio suavemente alumbrado. Déjate inhundar por él. Cree.

Mira detenidamente, déjate afectar por lo que miras. Si sientes un escalofrío –lo sentirás- o si se forma un nudo en tu garganta –se formará-, déjalo estar. Respira. Ablándate aún más, ábrete de nuevo.
Observa cada proyección de principio a fin. No pierdas nada. Una vez que la hayas visto completa, acércate a la pantalla y deja que vuelva a iniciar, vuelve a mirar lo a mirado durante algunos minutos y luego, dando la espalda a la pantalla, camina mirando las caras de la gente que ve la proyección. Observa sus rostros de asombro, su emoción, su reverencia.

Ve a esos dioses enormes y silenciosos, su gigantesco vaivén, su piel gruesa y arrugada, sus ojos ancestrales y sabios, sus colmillos. Cree que efectivamente las estrellas son sus ojos en el cielo. Recuerda que son dioses y que alguna vez lo supiste.
Estira tu manos para acariciar la del orangután, y deja que te bese suavemente, intensamente. Pregúntate, aunque no hay respuesta, si eres tú quien se conmueve con él o si es él quien se conmueve contigo.
Nada con el manatí y con las ballenas. Vuélvete una estatua al lado de los guepardos. Acuna entre tus brazos al lince. Atemorízate ante la violencia de las hienas. Sigue el vuelo luminoso de el águila. Danza, vuela, sumérgete, susurra, ora, calla.

O no, quizá es mejor que olvides lo que he dicho. Solo entra en el templo y mira con tus propios ojos…

(Al salir de la exposición “Ashes and snow” de Gregory Colbert en el Museo Nómada. Zócalo de la Ciudad de México)

2 comentarios:

Hummingbird dijo...

Mirar con tus ojos es una hernosa invitación a no dejar pasar más tiempo para estar en ese templo. Tus ojos, y tus palabras, me abren una ventana a lo que ya imaginaba grandioso. Y sí, intentaré también mirar con mis ojos...

Marciana dijo...

Dificil olvidar lo que has dicho...dificil, dificil desprenderse de tu mirada, de tus letras, de tu silencio hondo que habla, de tus ojos. Entraré, me tocará entrar al temblo, me tocará temblar, vibrar, llorar, guardarme en mi silencio, entregarme a ese espacio sin tienpo...tan lleno de tiempo, si me tocará estar ahí y no hay remedio: estarás conmigo.