martes, 13 de noviembre de 2007

Ser como don Cosme.


En realidad no sé si se llama así. Yo lo llamo don Cosme porque de eso le veo la cara, porque ese nombre le va bien, porque suena a nombre antiguo, un poco olvidado ya.

Don Cosme es un anciano que camina a veces por el parque cercano a mi casa. Camina muy despacio con todo el peso de sus más de ochenta años sobre su espalda de pajarito flaco. Es muy pequeño y enclenque, bien peinado y de modos suaves. En realidad es pequeñísimo. Y allí anda, paso a pasito, abriendo bien las piernas y con las puntas de los zapatos hacia afuera, como queriendo agarrarse al mundo. Derecho... izquierdo... derecho... izquierdo... cada paso un esfuerzo, un prodigio de equilibrio. Y al caminar con esos pasitos cortos, se tambalea don Cosme, como barco viejo en aguas mansas.

Y entonces ocurre.

Por el mismo camino del parque, pero en dirección contraria, viene una muchacha -tiene que ser una muchacha-, con todo el paso firme de su juventud. Pasa junto a don Cosme, que tiernamente le sonríe. Ella sigue su camino. Entonces, don Cosme se detiene con sus piernas de jilguero muy abiertas. Y lentamente... muy lentamente, gira su cuello arrugado, su cabeza pequeña, su tronco. Le rechinan las bisagras a don Cosme, le cascabelean las rodillas en el esfuerzo de girar tan lentamente, hasta que al fin lo logra y voltea... solo para mirar, por un instante fugaz, las redondas nalgas de la muchacha que se aleja.

Así es don Cosme. Vuelve a enderezarse, penosamente, vuelve a su camino titubeante, a su vaivén cansado. Izquierdo... derecho... izquierdo... derecho... hasta que otra muchacha pase a su lado, dejando su perfume impregnando el parque, y don Cosme, de nuevo, despacito gire su cuerpo que cruje y pose sus ojos -y con los ojos, la memoria, los recuerdos, los anhelos, la nostalgia, los sueños aún- en esas suaves redondeces que se van, inalcanzables.

Podrás entender, Otro, que quiero ser como don Cosme.

3 comentarios:

Hummingbird dijo...

Vaya que me has hecho sonreir!!
Me imagino claramente la mirada de Don Cosme posada en las posaderas de la muchacha...

Será que, a pesar de la edad, eso nunca se pierde?
Esperanzador!!

Claire dijo...

Me parezco a tí en eso de mirar al Otro y percibir silenciosamente su estar en el mundo. Me imagino a mí caminando en dirección contraria a Don Cosme y mirando su caminar lento y fantaseando sobre su historia. Eso hago con los viejos de mi barrio: mirarlos, aprender de ellos, hay 2 que son mis vecinos que son muy pequeños y siempre he pensado que podrían ser personajes de alguna película de Jean Pierre Jounet (el director de Delicatessen, la ciudad de los niños, perdidos, etc.) y serían ¡grandiosos!

Marciana dijo...

Las memorias, los recuerdos, los anhelos...los años que se graban en el cuerpo, que se esconden detrás de una mirada, los dolores y los huesos que crujen, los pasos que cuestan por las historias que cuentan, las huellas que quedan detrás de uno y mil instantes, instantes simples, instantes de siempre, de vida, de años...si, puedo entender, sin duda puedo entender.