lunes, 19 de noviembre de 2007

Eres

Leo una novela, "Sefarad", del escritor español Antonio Muñoz Molina. Y es intensa, profunda, a veces desgarradora.
Ayer me encontré con un capítulo que no deja de arañarme el cerebro, el corazón y el alma. ¿Para qué contarte, Otro, si puedes leer estos fragmentos?

"Eres cada una de las personas diversas que has sido y también las que imaginabas que serías, y cada una de las que nunca fuiste, y las que deseabas fervorosamente ser y ahora agradeces no haber sido..
Eres un niño asustado en su primer día de escuela.
Eres quien ha vivido siempre en la misma casa y en la misma habitación y recorrido las mismas calles y también eres quien huye sin sosiego, y no encuentra amparo en ninguna parte, quien atraviesa fronteras de noche.
Eres un condenado no por sus actos ni por sus palabras, no por profesar una religión o una ideología sino por el simple hecho de haber nacido.
Eres quien desde la mañana del 19 de septiembre de 1941 tiene que salir a la calle llevando bien visible sobre el pecho una estrella de David impresa en negro sobre un rectángulo amarillo.
Eres quien te avergüenzas de haber sido, quien fuiste a veces sin que lo supiera nadie. Eres quien otros, ahora mismo, en alguna parte, cuentan de ti, y lo que alguien que no te ha conocido cuenta que le han contado, y lo que alguien que te odia imagina que eres.
Eres simplemente un huésped que no está seguro de haber sido invitado, un inquilino que teme que lo expulsen, un extranjero al que le falta algún papel, un niño gordito y apocado entre los fuertes y brutos del patio de la escuela, el negro o el marroquí que salta a una playa de Cádiz desde una barca clandestina, empapado, muerto de frío, huyendo.
Eres lo que no sabes que podrías ser si te vieras arrojado de tu casa y de tu país, si te hubiera detenido una patrulla de la Gestapo, si te encerraran en un vagón de ganado en el que hay otras cuarenta y cinco personas, y tuvieras que pasar en él cinco días de viaje, y escucharas de día y de noche el llanto de un niño de pecho al que la madre no puede amamantar ni callar.
Eres el médico que aguarda en la penumbra de su despacho al paciente a quien debe darle la noticia de una enfermedad incurable, pero sobre todo eres el otro, el enfermo que todavía no sabe que lo es, que aún viene tranquilamente por una calle habitual.
Eres Evgenia Ginzburg escuchando por última vez el sonido peculiar con que se cierra la puerta de su casa a donde nunca más va a volver.
Eres quien mira su normalidad perdida desde el otro lado del cristal que te separa de ella, quien desde las rendijas de las tablas de un vagón de deportados mira las últimas casas de la ciudad que creyó suya y a la que nunca volverá".

2 comentarios:

Hummingbird dijo...

Estoy de acuerdo: desgarradora.
Intento ordenar mis ideas y escribir algo al respecto, pero sólo vienen a mi mente palabras, palabras que no puedo hilar una con otra para formar ideas.
Silencio, vulnerabilidad, cambio, inseguridad, transformación, futuro, luz, responsabilidad, miedo, frustración, obscuridad, instantes, eternidades, grito, incertidumbre, desesperanza, frío, inquietud, ansiedad ... esperanza.

Marciana dijo...

Desgarradora...abrazadora...quiero correr y comprarla, colgarme de tus generosos ojos que descubren tesoros entre letras, que hacen regalos con sus letras...quiero correr y comprarla, hacer un café o tomar una copa de vino, abandonarme en mi sillón azul y leer...