martes, 23 de octubre de 2007

personajes


“Bien, ahora que nos hemos
visto el uno al otro –dijo el Unicornio-
si tú crees en mí yo creeré en ti
¿Trato hecho?”
(Lewis Carrol. A través del espejo, capítulo VII)

Estoy leyendo a Umberto Eco.
Corrijo.
Intento leer a Umberto Eco y no logro entender. Avanzo lentamente, como en un lugar desconocido a oscuras. A tientas, tropezando.
Algo entiendo: cuando un lector se asoma a un texto, lo recrea, participa en su creación, lo hace posible. Y algo más: al leer imagina al autor, lo inventa.
Antes, el autor, al escribir ha imaginado a su lector, lo ha inventado.
Entonces, Otro, ahora que escribo esto para ti, te invento. Y al leer estas palabras, tu me inventas.

¿Cómo me imaginas, Otro? ¿Cómo te imagino?

Quizá me conoces. Crees que me conoces. Y en consecuencia supones que no hace falta inventarme. Pero, ¿es cierto? ¿Lo que conoces es realmente lo que soy? ¿Me supones más luz que la que tengo? ¿Menos alas?

Yo te imagino rostros, ¿sabes? Mi otra, Hilda, Carolina, Mónica, Guy Pierre... ¿Pero esos otros que imagino corresponde a los otros que ellos son?

Eres mi personaje tanto como yo lo soy de tí.
Al escribir, te creo. Al leer, me creas.
Nos creamos... ¿nos creemos?

¿Y si algún día nos encontramos? ¿Encontrarás en mí rastros del personaje que inventaste? ¿Te parecerás al que yo he creado?

Ojalá, Otro, que se dé ese encuentro. Que nuestras invenciones se diluyan a la luz de la presencia.
Que nuestros personajes se despidan y entonces, solo entonces,
nos miremos.

2 comentarios:

Hummingbird dijo...

Me encanta la idea de poder inventarte, hay tantas cosas que escribir sobre tí, sobre el personaje que eres en mi vida, sobre el personaje que eres para mí. No se si sea producto de mi imaginación, o de lo que inventamos cuando nuestra imaginación se encuentra.

Puedo escribir, por ejemplo, sobre lo que invento con los silencios que guardas conmigo. Cuando fijas tu mirada en otro lugar y guardas silencio, yo invento que no encuentras algo que decirme.
Cuando me miras en silencio, inclinas y asientes con la cabeza, yo invento que quieres permanecer conmigo y acompañarme.
Otras veces, con otro silencio, invento que hay algo que quieres decirme, y que por alguna razón decides no hacerlo.

También puedo escribir sobre tus bromas. Cuando afirmas algo sobre mí cambiando ligeramente tu entonación, invento que quieres ser un poco sarcástico e invitarme a serlo yo también. Cuando, sin cambiar la entonación y permaneciendo serio dices algo chusco, invento que me acercas más a tí.

En fin, hay tanto que escribir sobre lo que invento de tí. No sé si esto que imagino corresponde a quien eres, y me encantaría descubrir si lo que inventas de mí corresponde a quien soy.
Pero estoy segura de que mucho de mí lo he descubierto gracias a tu invención.

¿Nos creemos?
Yo creo en tí...

Marciana dijo...

Si, nos inventamos y supongo que la invención corresponde a lo que vamos siendo, a eso en lo que nos convertimos en cada encuentro, en los desencuentros. No sé si nos topemos un día con lo que somos, porque no sé de cierto si lo que somos existe en algún lugar, ojalá no, dejaría de ser marciana cuando me descubro humana con tus amorosas letras que me llenan de carne y me abrazan...y viceversa. Dejarías de ser ese que me atrapa con sus letras y que me sorprende porque me resulta siempre nuevo y al mismo tiempo familiar...dejaría de adivinarte en el silencio y traducirte tomando cada una de tus formas y construyendo una nueva...dejarías de llevar un poco de mi y yo algo de ti, porque ya todo estaría dicho... no, ojalá no terminemos de encontrarnos con lo que simplemente somos, para entonces seguir siendo juntos.