martes, 9 de diciembre de 2014
Otra ventana.
Pues decidí abrir otra ventana a mi comunicación contigo. Allí encontrarás los artículos que escribo y que tratan de psicoterapia. Son mucho más extensos que lo que escribo aquí. Si te interesa, Otro, la pagina es: www.anhelodeotredad.wordpress.com o puedes conectarte desde aquí si buscas en los otros blogs.
domingo, 7 de diciembre de 2014
Ánima.
La obra de Wajdi Mouawad (autor Líbano-canadiense) nunca me deja indiferente. Incendios, Alphonse, Litoral, Sedientos, Solos... Tengo la sensación de que llega a un lugar esencial de las cosas, de las emociones, de lo humano. Me conmueve y me asusta. Me permite ver lugares luminosos y oscuros no solo del mundo y de los otros, sino de mí mismo. Me despierta. Ánima, su primera novela, es desgarradora. Pocas veces, como lector, me he encontrado con un texto tan cruel, tan violento, tan oscuro. Pero estoy hablando de Mouawad, que es capaz de encontrar, también allí, un espacio para la compasión y la solidaridad. Quienes narran esta historia son los animales y nos cuentan que no hay bestia más sanguinaria que el hombre.
viernes, 21 de noviembre de 2014
Un país.
Lo oí de pasada: "Pobres niños, en qué país les está tocando vivir". Sí. Un país en donde son posibles horrores como Ayotzinapa. Un país gobernado por pandillas de corruptos y delincuentes. Un país devastado. Pero también un país donde hoy, miles y miles eligen no callarse, alzar la voz, reclamar justicia. Un país que despierta y en el que de pronto nos miramos y descubrimos anhelos comunes. Un país que a mí no me había tocado contemplar y en donde quiero creer, con toda el alma quiero creer, que es posible la esperanza. Por lo pronto, la Pequeña Otra se entera de lo que ocurre, y asiste a las marchas, y grita con los miles que gritan, y mira con ojos asombrados, y dice que también quiere hacer un cartel. Y lo hace.
martes, 11 de noviembre de 2014
sábado, 1 de noviembre de 2014
El profesor Kato.
Alguna vez, me preguntaron por el mejor maestro en mi vida. No pude encontrar a nadie en la educación escolar que pudiera ser el mejor, si es que tal cosa existe, pero recordé de inmediato a dos maestros de la infancia: Carlos Kato, mi profesor de Judo; y Ligia Tavera, mi maestra de pintura. Ligia me enseñó a mirar, el profesor Kato a jugar limpio. Hace unos días murió ese hombre sencillo, honesto, de alma limpia. En las clases de Judo se negó siempre a enseñarnos estrangulaciones y palancas porque creía que éramos pequeños para eso, que podríamos lastimar a otros. Nos enseñaba, en cambio, a no atacar al adversario caído, sino a esperar que se pusiera de pié. Los niños contra los que competíamos no eran así: hacían lo que fuera por ganar; aún así, el profesor Kato se mantenía fiel a su convicción. Se ganaba o se perdía, pero siempre jugando limpio. Y casi siempre ganábamos. Treinta y tantos años después, eso que Kato enseñaba casi sin darse cuenta sigue marcándome la vida. Gracias siempre, profe.
lunes, 27 de octubre de 2014
Y todos ellos tienen nombre.
Felipe Arnulfo Rosa; Benjamín Ascencio Bautista; Israel Caballero Sánchez; Abel García Hernández; Emiliano Alen Gaspar de la Cruz; Doriam González Parral; Jorge Luis González Parral; Magdaleno Rubén Lauro Villegas; José Luis Luna Torres; Mauricio Ortega Valerio; Jesús Jovany Rodríguez Tlatempa; Abelardo Vázquez Peniten; Adán Abrajan de la Cruz; Christian Tomás Colón Garnica; Luis Ángel Francisco Arzola; Carlos Lorenzo Hernández Muñoz; Israel Jacinto Lugardo; Julio César López Patolzin; José Ángel Navarrete González; Marcial Pablo Baranda; Miguel Ángel Mendoza Zacarias; Alexander Mora Venancio; Luis Ángel Abarca Carrillo; Jorge Álvarez Nava; José Ángel Campos Cantor; Jorge Anibal Cruz Mendoza; Giovanni Galindrez Guerrero; Jhosivani Guerrero de la Cruz; Cutberto Ortiz Ramos; Everardo Rodríguez Bello; Christian Alfonso Rodriguez Telumbre; Martin Getsemany Sánchez García, Jonás Trujillo Gonzáles; José Eduardo Bartolo Tlatempa, Leonel Castro Abarca; Miguel Ángel Hernández Martínez; Carlos Iván Ramirez Villareal; Jorge Antonio Tizapa Legideño; Antonio Santana Maestro; Marco Antonio Gómez Molina, César Manuel González Hernández, Saúl Bruno García y Bernardo Flores Alcaráz.
domingo, 26 de octubre de 2014
sábado, 27 de septiembre de 2014
sábado, 20 de septiembre de 2014
lunes, 15 de septiembre de 2014
la máquina de hacer españoles.
La última etapa de la vida, la pérdida de la compañera que deja en la casi total soledad, el cuerpo que se vuelve enemigo -"el más terrible de los animales, nuestro propio bicho, el bicho que somos"-. Y cuando parece que no habrá nada más, en ese no-lugar que es un asilo de ancianos, indefensos ante la enorme máquina de quitar la metafísica... la posibilidad de la complicidad, del encuentro y a veces, incluso, de la risa. La hermosa solidaridad de los otros ancianos: Estévez sin metafísica, que acaso es un personaje de Pessoa; el enamorado Anisio, Américo y hasta el Silva de Europa. Y como fondo, el recuerdo doloroso de una cobardía que acompaña el resto de la vida. El novelista portugués valter hugo mae (así, con minúsculas) cuenta, usando sólo minúsculas, una historia minúscula de seres minúsculos y entrañables. Y lo hace con una belleza enorme.
"cuando yo muera quiero garantía de no ir al cielo. si algún ángel me viene a buscar, decía yo, córtenle las alas, ahógenlo, pero no lo dejen escapar conmigo por ahí arriba. quiero que me echen fuera. metido ahí tierra abajo como quedan las cosas a las que nadie se acordó de imaginar un alma".
domingo, 7 de septiembre de 2014
martes, 26 de agosto de 2014
Julio Cortázar. 100 años de un cronopio.
"No tenía ninguna fe en que ocurriera lo que deseaba, y sabía que sin fe no ocurriría. Sabía que sin fe no ocurre nada de lo que debería ocurrir, y con fe casi siempre tampoco". (Rayuela capítulo 143)
sábado, 16 de agosto de 2014
A pocas horas...
La pequeña Otra, cada vez más grande, a pocas horas de empezar la primaria. Se le amplía la imaginación, y se le abren ventanas, y le brotan preguntas, y le nacen travesuras, y sigue siendo un enigma, y se enamora de los gatos, y no le alcanzan los ojos, y no deja de asombrarse, y no sabe callar, y no se cansa nunca, y no para de jugar, y crece, y crece y crece.
jueves, 14 de agosto de 2014
jueves, 7 de agosto de 2014
Requiem
Un día busqué mi cantina para comer la deliciosa paella de los sábados... y no estaba allí. La puerta cerrada y un ominoso letrero de "Se renta" ensuciaban su fachada. Unos días después vi la puerta abierta y me acerqué a preguntar. Me encontré a unos trabajadores destruyéndola a punta de mazo. Nada quedaba ya de mi cantina: ni las columnas, ni la barra donde los señores jugaban cubilete entre risas broncas, ni las televisiones donde tantos partidos de futbol, ni los barcos de madera polvosos. Nada, pero sobre todo, nadie. Porque esos trabajadores que profanaban el lugar eran nadie. Faltaban todos: el cocinero calvo que hacía magia en la paellera y que me dio la receta de la salsa ranchera; Rubén, el capitán de copete brillante que preparaba la mejor carne tártara del mundo; los meseros, y sobre todo, los parroquianos de siempre. ¿Qué será de ellos? ¿Dónde se reunirán? El siempre-triste ante su inacabada copa de vino, el doctor de suaves movimientos, el señor chueco que me regalaba aguacates, el hombre amable y de lentes que me preguntaba por el libro que leía... y los demás, todos ellos. Y es que una cantina es mucho más que el espacio que ocupa. Es sobre todo la gente que come, bebe, habla, ríe allí; es las historias que allí se cuentan; es el complejo entramado de relaciones y vínculos que de algún modo te hacen sentir parte de algo. Extraño mi cantina, extraño su comida y especialmente extraño a los hombres, casi todos mayores, que se reunían allí como feligreses de ese rito hermoso que, cada vez menos pero aún, se celebra en las cantinas.
domingo, 20 de julio de 2014
arcoíris
¿Cuando fue la última vez que viste un arcoíris, Otro? Para mí, habían pasado años. Muchos. Ni siquiera recuerdo cuántos. Es algo en lo que dejé de pensar. Hasta hace algunas semanas, cuando la pequeña Otra empezó a preguntar por esa especie de milagro. Una y otra pregunta: ¿Cómo son? ¿De qué tamaño? ¿Cuando vimos el último? ¿Cuándo vería uno ella? De pronto, el arcoíris se convirtió en una constante inquietud. ¿Cuántos años tendré cuando al fin vea uno? Hoy, hace pocas horas, volviendo a casa, a un par de cuadras de llegar, justo ante nuestros ojos, bellísimo, deslumbrante, un arcoíris doble mostrándose en toda su intensidad. La pequeña Otra brincaba de alegría mientras sus ojos se llenaban de ese misterio. Luego de mucho tiempo, estuvo allí, puntualísimo. Como si el deseo, la pura fuerza del deseo, lo hubiera convocado.
sábado, 19 de julio de 2014
miércoles, 25 de junio de 2014
Desde ayer... 6
Suave e intensa. Tímida y valiente. Seria y loca. Siempre sensible, curiosa, tierna. Bella. Y desde ayer, con seis años.
domingo, 15 de junio de 2014
Oscuro
Y entonces, la oscuridad, el dolor de vivir en un país donde esto ocurre, el miedo de sentir de cerca las fauces del monstruo. Y la injusticia, y la impunidad, y una oración al Misterio para que los amigos dejen de sufrir y al fin vuelva la luz.
domingo, 25 de mayo de 2014
A mano.
A veces ocurre: se apagan las luces, se alza el telón y allí, ante nuestros ojos, el milagro. Eso, justo así, al contemplar A Mano, una obra de la compañía El Patio, de Logroño, España. Un escenario pequeñísimo (cabe en una mesa) basta para contar una historia que es también la mía, la de todos. Dos personajes hechos con una bola de barro y una tacita son suficientes para hablar de la soledad, el deseo de ser mirado, el amor, la libertad, la ausencia... ¿Teatro infantil? ¿Teatro de títeres? Teatro en toda su profundidad y belleza. Izaskun y Julián, creadores y actores son una especie de ángeles capaces de acariciarnos el alma con sus pequeños seres. Una obra llena de la delicadeza, la poesía, el humor y la sutileza que tanto se extraña en el teatro para niños. La historia de un muñequito de barro que quiere salir del escaparate, que intenta, que no puede. Pero ¿Quien no es un muñequito de barro?
domingo, 11 de mayo de 2014
Héroe de verdad.
Tulancingo, Hidalgo. Alguna mañana calurosa y aburrida. De pronto, los gritos que advierten: "¡El Santo! ¡Viene El Santo!" Y es cierto: se escucha el sonido de un motor y unos instantes después aparece el convertible plateado del luchador, su máscara brillando bajo el sol y su enorme capa lanzando destellos. Los niños salen de sus casas, corren tras el auto, aplauden y vitorean. No es una fantasía. Me lo contó alguien que lo vivió directamente. Él era muy joven y sus padres eran amigos -compadres- del Enmascarado de Plata. De vez en cuando los visitaba en su pequeña ciudad. Toda la familia sabía la verdadera identidad del luchador, pero la guardaban en absoluto secreto. Al Santo le gustaba hacer ese regalo a los niños del lugar. Yo me lo imagino parando en algún lugar cercano -¿una gasolinera?- para dejar de ser un hombre cualquiera y transformarse en La Leyenda. Imagino los ojos de los niños y la sonrisa bajo la máscara. Imagino el polvo que dejaba el coche mientras se perdía en la lejanía. ¡El Santo, chingao!
domingo, 20 de abril de 2014
Alguna vez, un héroe.
En su sueño, la Pequeña Otra encontraba un grillo común, y por alguna razón sintió miedo y quiso alejarse de allí; entonces apareció un grillo gigante, más grande que una persona, y era maligno. Supo, sin la menor duda, que quería atraparla. Intentó huir y no pudo. Se supo en grave peligro. Justo entonces aparecí yo, su papá. Sin dudar ni un segundo me lancé sobre el monstruo y luchamos a muerte. Lo tiré varias veces y luego lo golpeé hasta dejarlo mal herido. Luego me acerqué a la Pequeña Otra y nos abrazamos. Despertó. Y yo, débil de mí, no puedo dejar de pensar en su sueño y sentirme enormemente orgulloso y un poco héroe. ¿Cuándo dejará de verme así? ¿Cuándo acabará el encanto? ¿Cuándo descubrirá mi fragilidad, mi pequeñez, mi incongruencia? Y sin embargo es verdad que si un grillo gigante quisiera hacerle daño, yo lucharía con él hasta matarlo.
viernes, 18 de abril de 2014
Don Gabriel.
Como casi todos, en algún momento de mi vida quedé deslumbrado con sus libros: Cien Años de Soledad, El Amor en los Tiempos del Cólera, El Otoño del Patriarca... luego, con los años, algo cambió: lo imitaron tantos, tantas veces, que en sus últimos libros me pareció que también se imitaba a sí mismo. Su prosa era casi bíblica; podía tener la exuberancia de Cien años... o la melancolía de El Coronel No tiene Quién le Escriba. Una generación completa de escritores latinoamericanos escribieron tratando de alejarse lo más posible de él y de su prosa; lo que a su modo parricida es, sin duda, un hermoso homenaje. Yo guardo dos imágenes de él: la primera en una feria del libro en el zócalo de la ciudad donde habíamos cientos de personas haciendo una interminable fila para que nos dedicara un libro. Creo recordar que ya estaba enfermo. Durante horas, aquel escritor consagrado y mítico estuvo allí, garabateando en las páginas de aquellos libros: y hasta donde pude ver, a cada persona que se acercó le regaló una sonrisa. El otro recuerdo es de hace poco, en la librería Rosario Castellanos: estaba allí comprando libros infantiles para sus nietos cuando me lo encontré de frente; me pareció que lo mejor que podía hacer para él, era dejarlo en paz, así que le sonreí y saludé con una leve inclinación de cabeza. Creo que me lo agradeció. Me quedo con esas imágenes y con el milagro que fueron sus libros en mi adolescencia. Murió ayer en mi ciudad, la que eligió como suya, a los 87 años. Gracias por todo, Don Gabriel.
viernes, 28 de marzo de 2014
Desprenderse.
La Pequeña Otra crece, se transforma. Y al hacerlo adquiere cosas nuevas y se desprende de otras. Esta vez fue un diente. ¿De cuántas cosas y recuerdos y costumbres y creencias y sueños y alas y miedos se irá despojando día a día, año a año? ¿Qué plumas caerán para que nazcan unas nuevas? Es al mismo tiempo hermoso y triste.
Por lo pronto, un ratón visitó nuestra casa y dejó algunas monedas a cambio de ese pequeño pedacito de pasado.
viernes, 28 de febrero de 2014
La Casa de Hojas.
Una casa que es más grande por dentro que por fuera. Un día, sus habitantes descubren que apareció un pasillo que no estaba antes. Y allí dentro, la total oscuridad y el frío, un laberinto que se modifica según quien lo mira y que a veces parece infinito; donde las brújulas no sirven. El abismo que acecha, una especie de gruñido que lo llena todo. Un vacío donde es posible perderse o enloquecer.
Inquietante siempre, a veces aterradora la novela de Mark Z. Danielewski es extraña y diferente. Lo más sorprendente no es la historia, aunque la historia atrapa, sino la forma de contarla: párrafos que se enredan o se empequeñecen, que se angostan a medida que los personajes entran en un túnel, que te obligan a leer en todas direcciones, que se alargan y se rompen de repente. Muchas veces me siento desorientado, con sensaciones físicas extrañas. El libro, sus páginas son también el laberinto.
"Y luego, para bien o para mal, os revolveréis, incapaces de resistir, aunque seguiréis intentándolo, luchando con todo lo que tengáis para no afrontar lo que más teméis, lo que es ahora, lo que será, lo que siempre ha venido antes, la criatura que soís en realidad, la criatura que somos todos, enterrada en esa negrura sin nombre que es un nombre. Y luego empezarán las pesadillas".
domingo, 2 de febrero de 2014
domingo, 26 de enero de 2014
José Emilio Pacheco (1939-2014)
Poeta lúcido, de inteligencia afilada, siempre crítico y preciso. Casi siempre breve y deslumbrante. Sus palabras eran de esas que se te quedan adentro, Otro, y las vas rumiando de a poco, y te hacen entender y ampliar el horizonte y ver lo que no habías visto. Murió hoy, a los 74 años. Con los tiempos que corren y los poetas muriéndose, carajo.
Extranjeros
"Si te molestan por su acento o atuendo,/ por sus términos raros para nombrar/ lo que tú llamas con distintas palabras,/ emprende un viaje,/ no a otro país (ni siquiera hace falta):/ a la ciudad más próxima./ Verás como tú también eres extranjero". (José Emilio Pacheco)
miércoles, 15 de enero de 2014
Juan
Alguna vez estreché su mano con el corazón agitándose en mi pecho. Miré sus ojos en donde se mezclaban la tristeza y la rabia. Quizá no hay un poeta al que admire más, al que sienta más entrañable. Luchó contra la dictadura, escribió una poesía luminosa, desgarradora, terrible y tierna. Cuando el lenguaje no le alcanzaba se inventaba uno. Leo sus palabras una y otra vez y siempre hay algo inédito, aunque las haya leído cien veces. Murió ayer, en esta ciudad, y desde que lo supe me anda una tristeza calladita y una gratitud que no se acaba. Adiós y gracias, gracias, gracias Juan Gelman.
viernes, 3 de enero de 2014
Louise Bourgeois
"En mi vida diaria me identifico con la víctima, pero en mi obra soy una asesina", escribió Louise Bourgeois. Yo entro en su mundo sin conocerla ni conocer su obra. Un rato después me siento sumergido en una experiencia sobrecogedora y extraña. Es (fue) de esos artistas que me atrapan, siempre en una frontera indefinida, ambiguos, abiertos a múltiples miradas. Muchas veces, caminando entre sus obras, en Bellas Artes, no sé lo que siento, porque todo se mezcla y confunde. ¿Lo que miro es bello u horrendo? ¿Tierno o crudo? ¿Delicado o violento? Es todo eso a la vez. Todo el tiempo me siento atraído y un poco asustado, desubicado, atento. La madre, lo femenino, el abrazo recibido, el abrazo imposible, las heridas, la memoria... Un espacio perturbador donde lo que acoge destruye. ¿Un refugio? ¿Una prisión? Como suele ocurrir con el mejor arte, no hay respuestas.
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